Para una nueva política

Los resultados de las últimas elecciones parecen confirmar un creciente hartazgo hacia el gobierno nacional y el deseo de muchos de apostar a un cambio. Por eso, con el fracaso del proyecto reeleccionista y la inexorable llegada de un nuevo gobierno en 2015, varios espacios políticos y aspirantes presidenciales buscan perfilarse ante la ciudadanía como algo nuevo, distinto o renovador.

Ante esta situación, vale la pena preguntarnos qué forma debería tomar una propuesta capaz de ofrecer una alternativa real a las estructuras y prácticas nocivas en la política argentina. De esta manera será más difícil caer en la trampa de entusiasmarse con envases que parecen nuevos pero que en su interior esconden viejos vicios y errores. ¿Cuáles serían, entonces, las características de una política distinta?

La primera característica de una política distinta es, simplemente, que tenga gente distinta. No hay política distinta si predominan personas con décadas viviendo de ella, defendiendo en un gobierno una postura para después defender una diametralmente opuesta en otro, cambiando de bando y de orientación con tal de no perder un lugar cerca del poder. Esto no quiere decir que una política distinta no incorpore gente con experiencia que viene de la política tradicional: hay muchas personas de extensa trayectoria cuya contribución es fundamental para forjar una Argentina mejor. Pero sin la incorporación de gente nueva desde distintos ámbitos -la academia, el empresariado, el mundo deportivo, del espectáculo- no puede haber una política distinta.

La segunda característica de una política distinta debería ser que se enfoque en el futuro. La construcción de una Argentina para el siglo XXI no requiere resucitar o referenciar siempre debates del pasado. Hacerlo sería suponer que el mundo es estático y que los conflictos que dieron lugar a esos debates aún predominan. Por eso, casi inevitablemente, la política tradicional propone caminos de desarrollo y esquemas mentales desactualizados. Una política distinta, en cambio, debería enfatizar la búsqueda de soluciones concretas para el presente que potencien, en vez de hipotecar, el largo plazo.

Para algunos, esta concepción sufre de un déficit de ideología. Pero el principal problema de las discusiones que proponen muchos partidos no pasa por la ideología, sino por la cronología. Vivimos en el siglo XXI, pero gran parte de las discusiones parecen repeticiones del siglo XX (y a veces, incluso, del XIX). Saldar el...

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