Una noticia transformadora

Algo está funcionando bien en la Argentina de estos días. Muy bien. Aún no llegan a darse cuenta de la dimensión de lo ocurrido los que repiten con candor, o aviesamente, que todos ya sabíamos que había -que hay- corrupción profunda y endémica en la política y en su entramado con cierto empresariado. Como si eso fuera suficiente. Había que probarlo.En efecto, todos lo intuíamos, veíamos sus consecuencias -más pobres por un lado; más amorales enriquecidos de la noche a la mañana-, pero la Justicia carecía del detalle para incriminar, de quién con quién, a qué hora, dónde y por cuánto. Datos indispensables para avanzar en concreto.La manía de un oscuro remisero con fines difusos que anotaba obsesivamente cada movimiento de sus jefes y el traslado de monumentales parvas de dinero por un circuito infame terminó convirtiéndose en el mayor mapa de la historia argentina que se haya levantado hasta ahora de la corrupción. Describe minuciosamente el modus operandi de exfuncionarios en connivencia con ejecutivos de empresas contratistas del Estado para delinquir. Pero las esquirlas exceden el epicentro kirchnerista y ya impactan también en importantes compañías en las que algunos de quienes tuvieron comportamientos irregulares son allegados a los que hoy ostentan la conducción política de la Argentina. De cómo avance esta causa sin salvoconductos para aquellos empresarios, también se cifra el futuro y la sanación de la Argentina.Esta nueva realidad, de enorme potencial transformador, es posible porque el periodista de LA NACION Diego Cabot tuvo la suficiente templanza para anteponer a sus naturales reflejos de publicar cuanto antes el acto de reflexionar cómo hacer para que su descubrimiento no se agotara en una mera primicia que solo hiciera ruido unas horas o unos días hasta diluirse por completo. En este sentido, fue clave que LA NACION acompañara al periodista en todo momento sin presiones de velocidad ni de otro tipo y con absoluta discreción a lo largo de más de medio año.En la actual instancia tribunalicia, las declaraciones de los dos primeros arrepentidos ya anticipan un previsible efecto dominó que finalmente pueda romper del todo la férrea red silenciosa de complicidades que protege a los corruptos de un lado y del otro.Cabot afrontó acechanzas de todo tipo: a su integridad personal y a las filtraciones hacia otros medios. O, peor, que su preciado descubrimiento fuese cajoneado o fagocitado por el viscoso trasiego de Comodoro Py. Cuando...

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