Nota mental. Un salto para la privacidad, un desafío para el cerebro tortuga

Podemos creer que nuestro cerebro es veloz. Jactarnos de lo bien que pensamos. Pero en realidad todos los cerebros son lentos . Al menos si se los compara con la velocidad a la que se mueve la tecnología. El biólogo evolutivo E. O. Wilson aseguró que tenemos "emociones paleolíticas, instituciones del medioevo y tecnología nivel Dios".

Nuestra mente -remisa a adaptarse- funciona con parámetros inadecuados para nuestra época. Por ejemplo, nos premia con placer si comemos azúcar o grasas, como si tuviéramos que salir a cazarlas o recolectarlas y no hubiera un complejo tecno-industrial que nos las provee en abundancia. O nos prepara para huir o atacar cuando una cara extraña se nos acerca a 40 centímetros, como si se tratara de una amenaza, cuando en realidad son solo colegas en una reunión por Zoom.

Hay decenas de ejemplos de ese desfase entre biología y mundo actual . Las tortugas marinas recién nacidas deben andar de la playa al agua para sobrevivir. Su organismo las prepara para buscar el lugar más claro, que es el mar. Pero ahora, con las luces de las ciudades, se confunden y enfilan en dirección contraria, o se quedan dando vueltas en círculos.

Los humanos tenemos una confusión similar a la de las tortugas con la privacidad, argumenta el especialista en psicología aplicada Joe Green, de la Universidad de British Columbia . Nuestros cerebros tienen radares antiguos y se confunden con los botones que ofrece la tecnología actual. Siempre supimos delimitar un espacio propio. Es una habilidad de todos los animales. Los humanos le sumamos un juego de resguardo y exposición de nuestra información personal a través del lenguaje, para protegernos y a la vez socializar. En quién confiamos. A quién le contamos nuestras cosas. Tenemos herramientas incorporadas para lidiar con eso. Bajamos la voz si hay extraños en la sala. Sabemos ocultarnos de la vista de otros si es necesario. Notamos si alguien para la oreja. Tenemos nuestros trucos.

Nuestro cerebro no alcanza a interpretar las claves del mundo digital en relación con lo privado. Cuando subimos una foto a Instagram sabemos que pueden verla millones de personas, pero es un conocimiento teórico. Es más fácil decir algo en un posteo que gritarlo en medio de una fiesta multitudinaria.

El problema -dice Green- es que nuestro cerebro no alcanza a interpretar las claves del mundo digital en relación con lo privado. Cuando subimos una foto a Instagram sabemos que pueden verla millones de personas, pero es...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR