Una noche para ignorar la luna

Esta noche la luna no saldrá. No habrá que buscarla detrás del edificio alto aquel ni esperar a que se corran las nubes. Sencillamente, hoy comienza el período que llamamos luna nueva, aunque pueda parecer un despropósito que "nueva" quiera decir "invisible".

Habría que preguntarle a César Aira por esta paradoja semántica. Entre otras cosas, porque ahora que está más cerca de los 70, debe tener bien claro el asunto de las fases lunares. En 2001, cuando acababa de cumplir medio siglo, unos meses después de ese aniversario redondo de premeditada conmemoración, el escritor escribió Cumpleaños, un libro extraordinario en sus apenas cien páginas, que hace pocos meses reeditó Literatura Random House casi como preámbulo de un año que será definitivamente aireano: no solo publicará más de un libro sino que saldrá la esperada Bibliografía completa de César Aira, de Ricardo Strafacce.

El caso es que un comentario aparentemente banal le reveló entonces al autor que toda la vida había tenido un conocimiento erróneo: que los recortes que vemos de la luna los produce la sombra que proyecta la Tierra al interponerse entre la Luna y el Sol. Esa mañana de otoño, su mujer, Liliana, le hizo notar el disparate que finalmente lo impulsó a sentarse durante una semana en un bar de su Pringles natal y preguntarse, entre muchas otras cosas, cuántos escritores distinguidos de cincuenta años podría haber que ignoren las causas de las formas de la luna. Y a partir de ese hallazgo, aparentemente menor, arribó a conclusiones como que se pueden leer miles de libros y seguir siendo un ignorante. Así, Cumpleaños, trenza a la literatura, el conocimiento y la muerte en un relato maravilloso, que en definitiva tiene como constante el paso del tiempo.

Leo a Aira y me alegro de haber incluido casi al azar este volumen flaquito entre novelas y ensayos de mi biblioteca breve para las vacaciones que pasaron. Sonrío sonoramente, recostada en la cama, porque su chasco planetario por momentos lo hace desembocar en una gracia que me resulta contagiosa, y el eco de mi lectura invita, a su vez, a que pronto seamos tres aquí, tirados...

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