Noche de guardia en la veterinaria

Una escena habitual en las guardias veterinarias

Emergencia sanitaria en la mitad de la noche. La perrita de la casa tiene síntomas alarmantes y cunde el pánico: los chicos lloran a coro, gritan, rezan... todo es escándalo y dolor. Tina los mira preocupados y empieza a gemir. El drama escala.

Por suerte existen las guardias veterinarias, que son como todas las guardias: un poco angustiantes. El tiempo está suspendido y la sala de espera se eterniza. Ahí está Rulo, todavía temblando. Se trenzó con un perro grande, que le dejó un agujero en la cabeza y otro en el cuello (le gustaría a Rulo que viésemos cómo dejó a su contrincante). Ahora está en brazos, arropado por el amor de su familia humana, todos preocupados y con ojos llorosos. El caniche, que tiene rasurado el peinado que le dio nombre, está eufórico. Cuando lo empiezan a coser, se oye cómo sigue dando pelea.

El clima se enrarece cuando un auto estaciona en la puerta y bajan de una camioneta a un perro agonizante. Los resoplidos del animal estremecen. Una mujer y sus dos hijos adolescentes se despiden de su compañero de los últimos 14 años. Cuatro veces muere y lo reaniman hasta que el perro logra partir. El llanto desconsolado de los chicos me afloja el nudo en la garganta. Tina se esconde atrás de mi silla. Se asoma a olfatear el lugar donde aquel dejó sus últimos suspiros, y vuelve a esconderse.

Otra emergencia: frena de golpe una camioneta y baja un veterinario con un perro vendado y con suero. Pasa como un rayo, directo a la sala de operaciones. Detrás entra un hombre descompuesto de nervios. "Solo quiero que me digan cómo está el perro", dice con la voz quebrada. Le preguntan el nombre: "No sé. Yo iba por una calle oscura a treinta kilómetros por hora y salió de la nada. No tiene chapita". Manejó setenta kilómetros desde su ciudad hasta esta guardia, con el perro y su primer rescatista. El hombre es joven, altísimo y corpulento, pero hay algo en su apariencia -o en su corazón- que es de niño. Tiene la mano vendada: cuando fue a levantarlo, el perro lo mordió y le hizo dos tremendos agujeros en la mano. No se le...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR