Una noche con David Lynch: música, meditación y locura

Ruido a Skype. La pantalla seguía negra. Sólo unas letras rojas anunciaban el evento. Arriba del escenario contaron que lo acababan de despertar. Que estaba durmiendo en un hotel de Francia, donde filma. En Buenos Aires faltaban unos minutos para las 20.30; allá era pasada la medianoche. Aclararon que él prefirió hacer el streaming bien informal, con su propio iPhone.

Y recortado por el formato de un celular que lo tomaba desde abajo, camisa blanca de vestir abotonada hasta arriba, saco negro y el jopo blanco peinado hacia atrás -podía tratarse de una versión sin corbata del mismísimo agente del FBI Gordon Cole- apareció David Lynch. "Buenas noches, Argentina", dijo. Y las 300 personas que se acercaron ayer a Niceto Club lo ovacionaron tal como si el director de cine hubiera estado ahí sobre el escenario.

Pero Lynch no había llegado vía streaming para hablar de su obra, sino de su otra pasión: la meditación trascendental, esa que practica desde 1973 y lo ayudó a "adentrarse en aguas más profundas", clave para su trabajo en el cine y la pintura, y que promueve a través de su fundación. Germán Martina, director de la Fundación David Lynch en América latina y la Argentina, explicó enseguida la dinámica de #BAsaludaDAVIDLYNCH: el músico Kevin Johansen le haría cinco preguntas y, después de la charla, llegarían las bandas.

"Cada ser humano podría tener más inteligencia, más creatividad, más felicidad, más amor, más energía, más poder y más paz. Y la buena noticia es que todas estas cualidades existen dentro de cada uno de los seres humanos. Es muy hermoso, pero perdimos contacto con este sentimiento. Y la meditación trascendental es la llave que abre la puerta a estos tesoros", respondió...

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