Lo que no tiene precio para Lanzini

Hay futbolistas que no le dan la prioridad al aspecto económico en el momento de cambiar de club, especialmente cuando lo económico es un asunto resuelto y asegurado en su carrera. Son minoría los que pueden permitirse relegar lo monetario. Por lo general, son los que ya acreditan una larga trayectoria, durante la cual han tenido la posibilidad de firmar sustanciosos contratos y negociar millonarios pases. En ese momento se dejan llevar por algún desafío deportivo o sentimental postergado, como ocurrió con Heinze y Maxi Rodríguez en Newell's, por citar dos casos.La norma es otra: las exhaustas tesorerías y el cepo al dólar se combinan para que todo jugador esté presto a armar la valija apenas le llega alguna oferta medianamente interesante desde el exterior. La aspiración es legítima y cualquier objeción que se haga sobre el bolsillo ajeno es tan impertinente como gratuita, no cuesta nada hacerse el principista sobre la relación costo-beneficio de otra persona.Cuando ocurre un caso que va contra esa lógica e inevitable tendencia de la rápida salvación económica, llama la tensión. No hubo montaña de dólares que convenciera a Manuel Lanzini de irse por segunda vez de River a dibujar gambetas que no harían historia ni lo mejorarían como jugador a Baniyas, de Emiratos Árabes. Rechazados en una primera instancia por el N° 10, los árabes volvieron a la carga con una propuesta que...

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