No gana ni cuando tiene todo a favor

Independiente tendrá que deshacerse uno por uno de los alfileres. La situación no podrá entenderse de otro modo más que con un muñeco vudú de camiseta roja escondido en el Libertadores de América. No gana ni cuando lo merece. No despega ni cuando su rival, por más que sea Boca, parece destartalado. No se calma ni siquiera cuando lo rodean las situaciones favorables con los ojos apenas entreabiertos: un penal a favor, a los diez minutos, y un rival expulsado, a los 16. Nadie puede creerlo cuando se tachó un casillero más en la lucha por la permanencia y el avance quedó otra vez para la próxima jugada.Hay un costado racional, si es que a Independiente aún le queda, por el que podrá explicarse el 1-1 frente a Boca. Un empate que dejó al equipo de Avellaneda con gusto a nada, entre desvaríos y con la mente puesta en los resultados de otras latitudes. Si bien suspiró con la derrota de San Martín, de San Juan, (2-3 con Godoy Cruz) y frunció la cara con la victoria de Atlético de Rafaela (1-0 con Unión), los Rojos no podrán fijarse en los demás antes de que se aclare su propia mente. Será imposible.La presión no termina de absorberse en el pegajoso mundo del descenso. Quedan atadas las piernas que parecían más flexibles. Las de Rolfi Montenegro, por ejemplo, que tuvo la apertura en sus pies; pateó el penal sin demasiada convicción y Orion acertó como en todo el partido. Otras, directamente, se anudan en los momentos trascendentales, como las de Caicedo. El colombiano es puro empeño, esfuerzo y desgaste, pero cero frialdad ante el arquero; por ahora no trae la eficacia perdida, el principal de los males. Los delanteros no cortan la sequía. Ni los citados de área ni los más escurridizos. Leguizamón tuvo uno de los partidos más aceptables, aunque no sacudió la red. El juvenil Benítez entró en el segundo tiempo y se perdió un gol increíble: solo, tiró la pelota por arriba del travesaño. Villafañez, un enlace puesto por el costado derecho, también se extravió entre los nervios de verse en una cornisa. El recuento de situaciones se volverá extenso. Fueron poco menos una veintena y apenas entró una.Y justo la situación más feliz, el gol de Morel Rodríguez, quedó como un colmo: en el rebote con el que la pelota derivó en el defensor, Farías estaba en una clara posición adelantada. Sólo así, en gran parte por la propia impericia, pudo encontrar un grieta chiquita en la muralla que levantó Orion, el hombre de la tarde de Avellaneda. Independiente no pudo de cerca...

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