De no creer. Del reina Cristina al reina el desconcierto

Tremendo: llamé a las 8 de la mañana a la secretaría privada del flamante jefe de Gabinete, Manzur, para pedir una entrevista con él, y ¿saben quién me atendió? ¡Manzur! "Juan -le dije-, ¿qué hacés atendiendo el teléfono?". Con voz de patrón de estancia, de hombrecito feudal, voz que le sale muy natural, me contestó: "El porteñaje no labura, son todos unos vagos. Todavía no apareció una sola secretaria. Y ni te cuento los ministros…". Siguió hablando, protestando, me contó que Alberto es el único al que autorizó a llegar más tarde, incluso a quedarse en su casa , hasta que dijo: "En fin, acá estoy, gastando e invirtiendo". Es habitual que se le escapen términos del mundo de los negocios; es médico y dirigente político, pero sobre todo es un experto en finanzas personales, condición que le ha permitido, en sus ratos libres, hacerse de una fortuna. Esta vez no hablaba de plata. "Me voy a gastar el dedo llamando hasta arrancarlos a todos de la cama". En cuanto a la inversión, se refería a que está apostando a su futuro. Creo haberle entendido que si alguien quiere estar orientado, ahora tiene que mirar al norte; nunca más al sur.

Es impresionante la velocidad con la que se reconfigura el mapa. No lo digo por Santa Cruz o Tucumán. Un ministro, un ministro cualquiera, con quién se referencia, a quién le da bola. ¿Le contesta los whatsapps a Alberto o le clava el visto? ¿Se pone a disposición de Manzur o espera hasta el 15 de noviembre? Ya ni Cristina da garantías. La Cristina pos-PASO es una mujer atribulada, incandescente, sin sosiego; sobre todo después de haber leído la última encuesta de Fixer (consultora que viene de acertar el terremoto de las primarias), según la cual el Gobierno sigue cayendo, la oposición crece y ella está en su peor nivel. Solo confirmó a última hora que iba a estar en el acto de anteayer en el museo de la Casa Rosada, esperadísimo no por los anuncios, sino por su reencuentro con el Presidente: primera vez que se veían desde que él le dijo "corto mano, corto fierro, te vas al infierno", berrinche al que ella puso fin con 20 amonestaciones y un par de reglazos en la palma de la mano. El reencuentro fue seguido con criterios de revistas del corazón: ¿se miran? ¿se hablan? ¿sonríen? Un acierto que la locación haya sido un museo: las dos piezas principales en exhibición remitían a la arqueología del poder.

Manzur quiere que los ministros se despierten temprano; ¡con lo bien que nos viene que sigan durmiendo!

Es el momento...

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