Nietos del boom: con una pesada herencia, avanzan por el camino propio

Un exhaustivo y documentado trabajo de casi 900 páginas todavía inédito en la Argentina, Aquellos años del boom. , y el grupo de amigos que lo cambiaron todo (RBA), del periodista barcelonés Xavi Ayén, demuestra que aquel estallido de la literatura latinoamericana de los años 60 no fue, como se creía, el resultado de una astuta estrategia de mercado de una agente literaria –Carmen Balcells–, conocida desde entonces en el mundo de la cultura como .

El boom fue mucho más que eso: la suma de factores de un fenómeno complejo, cuyo nombre no se escribió con una sola B mayúscula, sino con cuatro. Con la B, por supuesto, de , mítica agente; con la de Barral, el legendario editor de la primera novela de un peruano entonces desconocido, titulada ; con la de los Barbudos de Sierra Maestra, "el pegamento ideológico" –dice el periodista– que supuso la revolución cubana para aquella pandilla de compinches, y, por último, pero no menos importante, con la B de Barcelona.

La agitación cultural y editorial de la ciudad en el tardofranquismo fue determinante para aquella eclosión. Funcionó como trampolín internacional y como base de operaciones de una literatura fraguada entre complicidades y correrías nocturnas. No en vano aquí tuvieron residencia , , , , y fueron constantes las visitas de Carlos Fuentes y .

La sombra de aquellos gigantes aún se proyecta sobre las letras latinoamericanas y su herencia resultaría difícil de gestionar para los que vinieran después, ya sea por la distorsión de equívocas etiquetas como "realismo mágico" como por el desgaste provocado por una legión de dudosos epígonos. Habrían de pasar cuatro décadas desde la obra fundacional Cien años de soledad, con la llegada de un portento como el de (1953-2003), para que el lector extranjero comprendiera que en la narrativa del continente había algo más que doncellas aladas que se elevaban al cielo entre sábanas y chaparrones que duraban cuatro años.

Lo cierto es que si la generación del chileno –la de los nacidos en los 50, como , o – tuvo que lidiar con los fantasmas de Macondo, los nietos del boom, nacidos en los 70, parecen haber superado definitivamente el hechizo. Ya no se reafirman por la negación, enfrentando a los mayores, ni se amedrentan con los espectros que rondan por la casa. Más bien los escuchan y se dejan aconsejar sin complejos, tomando sólo lo que sea de provecho a su propio proyecto narrativo.

Y todo apunta a que esa nueva actitud ya da frutos, porque las obras de los jóvenes cachorros cada vez más numerosos –para jugar con aquel título de Vargas Llosa– reciben premios, se traducen a varios idiomas, y la narrativa latinoamericana recobra de a poco la visibilidad y el protagonismo de antaño.

Los nombres de una generación

(México, 1973), (Colombia, 1973), Santiago Roncagliolo (Perú, 1975), (Argentina, 1978) y (Chile, 1975) son algunos de esos cachorros de fauces...

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