Crónicas de un naufragio

Durante la peor crisis de la industria naviera mundial, en 2009, con pérdidas por más de 12.000 millones de dólares, los pronósticos señalaban que llegaría una mega ola de quiebras, fusiones y compras hostiles. Nada de eso pasó; al menos, no en la medida augurada. El sector capitalizó experiencias pasadas y se unió: bodegas compartidas y tregua a la guerra de tarifas fue la estrategia temporal frente al vendaval. También hubo millonarios salvatajes y refinanciaciones. Las cicatrices se ven, pero la sangría se detuvo.La marina mercante argentina, en tanto, está mutilada y muere lentamente.Más del 70% de los buques de bandera argentina realizan cabotaje de combustibles. Y más del 80% de esa carga es para el Estado: la cuenta la pagan Enarsa, Cammesa e YPF. La Argentina es importadora neta de energía que llega bajo la forma de gas natural licuado, gasoil y fueloil en buques que necesitan alije en barcos más chicos los cuales, por realizar cabotaje, deben tener bandera nacional o contar con tratamiento de bandera nacional al amparo del decreto 1010/04, instrumento por el que las agencias chartean buques extranjeros y los tripulan con personal argentino. Esta es la marina mercante argentina.Los pocos sobrevivientes de esa muerte lenta se dan la espalda. No hay espíritu de cuerpo. Los pocos armadores que quedan esperan el certificado de defunción del otro para repartirse los contratos "miserables" del Estado, que apenas cubren los costos.Esta marina mercante tiene un ingrediente particular. La vocación empresaria del secretario general del Sindicato Marítimo Obreros Unidos (SOMU), Omar Suárez.Suárez es el sindicalista preferido de la presidenta Cristina Fernández. Él quiere buques argentinos para cargas argentinas. Quiere fletes argentinos. Aseguró no buscar aumentos para su gremio, cero por ciento, si las empresas acordaban hacerse cargo de lo que le Estado le quita a los trabajadores en concepto de impuesto a las ganancias.Esta es una marina mercante sin autoridades. "Nadie habla de barcos", lamenta un sindicalista que echó varias canas a bordo. "Ni un político, ni un funcionario. Nadie".En medio de esta desidia, desinterés o simple negligencia de los distintos gobiernos de turno, sumado al nulo espíritu corporativo empresario, sembró el campo Suárez. Ahora cosecha una influencia que no conoce límites.Un paro de remolques equivale, en tierra, a un paro de camioneros y uno fabril en simultáneo. Un barco es una industria en sí misma y en movimiento: si navega...

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