Cuando nadie quiere ver

Parece que nadie ve a los cartoneros que tiran sus cada vez más voluminosos y pesados carros por las calles porteñas. Digo nadie por los policías –sean tanto federales como metropolitanos– y, ni que hablar, si podemos descubrir a algún agente de tránsito del gobierno porteño, una especie casi en extinción en el centro geográfico de la Capital. Estos rudimentarios vehículos a tracción a sangre –humana– no son nuevos, claro. Luego de las crisis de 2001, proliferaron sin freno alguno. Hasta hace un tiempo se los podía ver circular por calles tranquilas de los barrios o por zonas céntricas, pero ya entrada la noche, cuando los vecinos dejaban su bolsa de residuos en los contenedores. Pero, ahora, los cartoneros van por más: no están satisfechos con la basura domiciliaria. Anteayer al mediodía, por la transitada Rivadavia, muy cerca de la estación Puán del subte, en Caballito, en menos de 200 metros pude advertir el paso de dos carros, casi tan anchos como un auto mediano, que iban por la derecha a la búsqueda de las cajas de cartón que suelen dejan algunos comerciantes de la zona. Es decir que ocupaban uno de los tres carriles que tiene esa avenida en dirección al Oeste, pues Rivadavia allí tiene doble circulación y, a esa altura, pasan 19 líneas de colectivos. Algunos conductores insultan, otros se resignan y los esquivan con los consiguientes riesgos: ni hablar en las horas pico. ¿Tal vez habrá que esperar que ocurra un accidente para tomar medidas? Esperemos...

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