Nadie puede huir de la histeria que acorrala a los entrenadores

En noviembre de 1986, Manchester United contrató a Alex Ferguson. Los Diablos Rojos marchaban penúltimos en la Premier League y el descenso se paseaba fantasmal por Old Trafford. Por entonces, el escocés acreditaba varios logros con Aberdeen, en su país, pero también con la selección de Escocia había terminado 19° sobre 24 equipos en el aún fresco Mundial de México. Ferguson todavía no era sir. Pero creyeron en él, aunque tardaría cuatro temporadas en ganar su primer título, la FA Cup de 1990. Después se convertiría en leyenda: enhebró 38 títulos durante 27 años. Seguramente pudo construir su reinado porque se lo concedió una sociedad menos carnívora, que también le permite a Arsene Wenger dirigir a Arsenal desde 1996. Urgente aclaración: son excepciones.

Nadie puede escaparse de la trituradora que se devora a los técnicos. El fútbol argentino desde hace años deambula en su constante tembladeral. En el último torneo, el largo, el que prometía mayor estabilidad porque el largo plazo ampliaría la base de tolerancia., consumió 71 entrenadores. De los 32 clubes que pasaron por primera, 23 apostaron por los cambios. Dato arrollador para avalar tanta histeria. No hay formato que resista. No hay cultura que contenga. No hay sociedad que espere ni francotiradores mediáticos que no se froten las manos.

Recordar quiénes eran los directores técnicos de los clubes hace un año retrata la permanente explosión. Merlo estaba al frente de Colón y hoy merodea despedirse de la profesión; Almirón dirigía a Independiente y ahora está en Lanús, y Pellegrino conducía a Estudiantes y hoy entrena a Independiente; Newell's confiaba en Gallego y Argentinos en Gorosito, que actualmente está a un océano de distancia. Bauza, Almeyda y Barros Schelotto también trabajaban en la Argentina. Y sólo se trata de retroceder doce meses para entender el vértigo que domina a esta profesión de alto riesgo. Palermo era el técnico de Arsenal, Perazzo el de Olimpo, Sensini el de Rafaela y Franco el de Defensa y Justicia.

Urgencias y demagogia, cóctel explosivo. "Ser entrenador no es fácil. Tenés que luchar contra todo y todos. Los dirigentes no sólo se bajan del tren y abandonan a los entrenadores, sino que terminan tirándole piedras al tren", advierte Gustavo Alfaro. Los dirigentes suelen agitar el tsunami; los rumores sobre la inestabilidad de un entrenador pueden partir de integrantes de la conducción que está jaqueada por el descontento popular y necesita resistir. ¿Cómo? Con la...

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