Nadie controla las paradas de taxis del Aeroparque, pese a las denuncias por irregularidades

Las paradas de taxis de Aeroparque, como otras importantes en la ciudad, sucumben a grupos que se arrogan su exclusividad por medio de amenazas y violencias. Según taxistas independientes, referentes del sector y pasajeros afectados, el negocio informal es doble: no sólo consiste en monopolizar la clientela, sino que se extiende a prácticas delictivas, como el "paseo" por recorridos indirectos o incluso el hurto. Ninguna autoridad asume la responsabilidad de controlar, lo que resulta evidente y facilita la prolongación de las maniobras a lo largo de los años.

Carlos Balter, presidente del Partido Demócrata de Mendoza y ex diputado de la Nación, fue una de las víctimas. "Viajo mucho a la Capital, y me ha pasado que por el mismo viaje pretendan cobrarme el doble de la tarifa habitual", contó. Pero la situación más desagradable la vivió hace unos meses, cuando llegó un día de semana por la noche y decidió subirse a un taxi sobre la avenida Costanera. "Enseguida se nos puso a la par otro taxi, cuyo conductor le empezó a gritar de todo al chofer del auto en el que iba yo. Luego de los insultos y un pedido de disculpas, pensamos que el episodio había quedado atrás", recordó. Pero al llegar al primer semáforo en rojo, fueron alcanzados por el enfurecido matón que, en menos de un minuto, bajó de su auto y con un cuchillo tajó una de las cubiertas posteriores del taxi en que viajaba Balter; se retiró amenazando al chofer. "Lo vi tan asustado que decidí ayudarlo a cambiar la cubierta. Temblaba tanto que no podía ni colocar el gato", comentó el político.

Como Balter, hay muchos más damnificados, aunque sus casos no trascienden. Miguel lleva 50 años en el oficio de taxista; su buen humor cambió repentinamente al responder una pregunta sobre el servicio de taxis en el Aeroparque: "Es una mafia", dijo tajante. Y, tras pedir reserva de su apellido, se despachó: "Es una vergüenza. Están todos arreglados ahí; los choferes, los maleteros y el policía a cargo de la parada, que agarra enseguida. Además, los autos están sucios y con mal olor, los choferes harapientos; es realmente desagradable". Otros taxistas corroboran su relato, siempre desde el anonimato; en una recorrida, LA NACION también pudo observar las maniobras.

Eduardo es otro taxista que trabaja con una conocida empresa de radiotaxi. Su experiencia en el aeroparque metropolitano es similar a la de su colega: "Es un desastre. Hace una semana paré en la avenida Costanera y me vinieron a apurar"...

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