Ante el nacimiento de un nuevo multilateralismo

Un solo anuncio con múltiples mensajes para variados destinatarios. Finalmente, Estados Unidos y la Unión Europea oficializaron su intención de negociar un tratado de libre comercio (TLC). De concretarse, la iniciativa dará vida a la zona de libre comercio más grande del mundo. Los virtuales aliados transatlánticos concentran la mitad de la producción del planeta y un tercio de los intercambios comerciales.¿Los une el amor o el espanto? Decididamente, el espanto. Hace pocos días, el comisario de Comercio de la UE, Karel De Gucht, dijo que un TLC entre Europa y Estados Unidos sería el menos costoso de los planes de reactivación para sortear la crisis.La decisión de dar el gran paso –esperan que las negociaciones formales arranquen antes de finales de junio– muestra que ambos prevén una prolongación del escenario de estancamiento y que han decidido tomar el toro por las astas, explica Gustavo Idígoras.El ex agregado agrícola de la Argentina ante la UE y actual director de la Consultora BIM, agrega otro dato: "También dejan en claro que no seguirán dependiendo de la inercia de la OMC para sus acuerdos".Los protagonistas de esta historia muestran hoy realidades macroeconómicas muy parecidas: contracción del gasto público, déficit y tasas de desempleo crecientes. ¿Qué buscan con un acuerdo como éste? Según voceros de las dos partes, estudios hechos por especialistas muestran que un TLC impulsaría el crecimiento del PBI hasta un 2% y crearía dos millones de puestos de trabajo a ambos lados del Atlántico.Naturalmente surge la idea de los paralelismos: ¿qué diferencia a este acuerdo del que desde hace más de 10 años negocian Europa y el Mercosur? ¿Cuánto de voluntad política real hay en este lanzamiento y cuánto de especulación anti crisis para "ganar tiempo"?"Nadie –y menos Barack Obama– lanzaría este anuncio si previamente no se ha conversado con los líderes de ambas bancadas y a su vez con las autoridades comunitarias. Existe voluntad política para iniciar las negociaciones", asevera Raúl Ochoa. "El acuerdo es posible, dependiendo de que exista una real voluntad de avanzar en una agenda definida que determine los alcances en los aspectos más controversiales que lo han impedido en el pasado: normas y reglas comunes en materia de propiedad intelectual, compras gubernamentales, servicios, política agrícola, incentivos y subsidios en determinadas industrias como la aero-espacial, defensa, automotriz, energías no renovable y renovable y programas de cooperación...

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