Música y artes visuales, en creciente sintonía

La ópera Sun & Sea cuando se presentó en el Teatro Argentina de Roma, en 2021; desde el jueves se podrá ver en Colón Fábrica

Están recostados sobre la arena, bajo el sol, durante unas vacaciones que podrían ser las últimas. "Este año el mar está verde como un bosque: ¡eutrofización!", canta el coro integrado por quince personas, mientras el público observa desde un andamio ubicado a cuatro metros de altura. "Nuestros cuerpos están cubiertos de un vellón verde resbaladizo, nuestros trajes de baño se están llenando de algas", continúa el elenco hacia el final de Sun & Sea, ópera-performance que representó a Lituania en la Bienal de Venecia en 2019 y se llevó el León de Oro al mejor pabellón.

Una gira global la trae ahora a Colón Fábrica, en La Boca , donde se podrá ver desde el jueves hasta el domingo próximos como apertura de la programación anual del ciclo Colón Contemporáneo. Es la segunda colaboración entre la directora de cine y teatro Rugilė Barzdžiukaitė, la escritora Vaiva Grainytė y la compositora Lina Lapelytė; su obra anterior, Que tengas un buen día! , fue otra ópera inspirada en las historias de un grupo de cajeras de un centro comercial. Apenas dos ejemplos del creciente cruce de disciplinas en el arte contemporáneo, en el que la música parece estar marcando el ritmo.

"Tenemos un método donde el texto, en lugar de ser palabra hablada, se convierte en una canción. La música de alguna manera permite a veces que las ideas se cuenten de una manera más ligera", dice Lina a LA NACION. "Como algunos textos son más directos, si la melodía también fuera oscura recibirías un mensaje muy literal -agrega Vaiva-. Pero como la melodía es pop y las letras son más oscuras, se da un giro paradójico: la música aporta ironía, melancolía y un montón de emociones y mensajes secundarios". Rugile añade que, a diferencia del teatro o la ópera, este tipo de trabajo interdisciplinario evita "todo tipo de jerarquías".

Algo similar sucede con las colaboraciones que suelen realizar en conjunto Jorge Macchi y Edgardo Rudnitzky. La más impactante fue La ascensión (2005), instalación que representó a la Argentina en la 51ª edición de la Bienal de Venecia. Se trataba de una cama elástica cuya forma espejaba la del fresco ubicado justo encima, en el cielorraso de un antiguo oratorio. Los sonidos de los saltos de un acróbata sobre dicha estructura fueron incluidos en una composición para viola de gamba y percusión, que completaba la obra.

Experiencia cuasi...

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