Nuestros museos, puertas privilegiadas a la cultura

En una sana tendencia que se robustece, el interés por visitar museos se pone en evidencia cada año, desde 2004, en la ya tradicional Noche de los Museos, cuya última edición sumó más de un millón de personas que visitaron 260 espacios con entrada libre.

En el país, los 24 museos nacionales tienen entrada libre y gratuita a partir de una resolución del año pasado, algunos de ellos contemplando un bono contribución opcional. Los once que dependen de la Ciudad van de la gratuidad a los 30 pesos, con días de entrada libre.

El debate sobre esta cuestión se disparó recientemente a partir de que el emblemático Met (Museo Metropolitano de Arte de Nueva York) resolvió reemplazar la simbólica entrada a voluntad, vigente desde 1970, para comenzar a cobrar 25 dólares a quienes vivan fuera del estado a partir de marzo. Para sus detractores, estos espacios deben considerarse públicos y la decisión reviste un sesgo "clasista" y "nativista". Parten de la premisa de que estas instituciones se sostienen precisamente con los impuestos de los ciudadanos y que esto obliga al Estado a propiciar una política de total gratuidad.

En otra vereda se ubican quienes entienden que no está mal fijar una entrada para que los visitantes colaboren con el financiamiento, habilitando un día de entrada libre en la semana y algún horario predeterminado en feriados y fines de semana.

Otro ejemplo lo constituyen los museos ingleses más importantes, que ofrecen acceso libre a sus colecciones permanentes, pero cobran ingreso a las exposiciones temporales, práctica también bastante extendida en el mundo.

Las políticas al respecto en el ámbito privado quedan lógicamente al arbitrio de cada institución. Resulta razonable que, por ejemplo, estudiantes, docentes y jubilados que así lo acrediten sean eximidos de pagar o bien abonen un importe diferencial tal como hoy se hace en el Museo de Arte Latinoamericano (Malba), siendo gratuito el ingreso para personas con capacidades diferentes y menores de 5 años.

Fomentar el acceso del público infantil contribuye a desarrollar tempranamente en ellos este sano hábito. Para el resto de los visitantes, la obligación de abonar una entrada simbólica razonable, lejos de ahuyentarlos, persigue la jerarquización y protección del patrimonio, al tiempo que favorece también futuras adquisiciones.Cabe señalar que, por lo general, la compra de nuevas obras alienta las visitas.

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