Museos y galerías para recorrer con todos los sentidos

Al museo se va a mirar. Pero también, cada vez más, a participar. En este momento, hay en Buenos Aires muestras de arte para oler, tocar, escuchar y degustar, en museos y galerías. Obras de arte que dan hambre y sed, una mujer de mosaicos para acariciar, cantos de ranas y sapos...

La exposición de Martín Bonadeo en la galería Praxis es, más que nada, para oler. Los dibujos de Vórtices aromáticos están dentro de cajas de madera con tapa de vidrio: hay que abrir, meter la nariz e inspirar: madera, chocolate, talco, menta, citrus... Espirales y otras formas abstractas exhalan aromas y disparan recuerdos. Más allá, dan ganas de abrazarse fuerte a un collage de alfombras: tiene esa colonia de los abuelos. Otra es un viaje en el tiempo: oliendo el Anaïs Anaïs se tienen, sí o sí, 15 años.

En una mesa, espera una caja con frasquitos que son la esencia -o el extracto- de Buenos Aires: cuero, jacarandá, pavimento, basura, labial... "Yo tenía una lista de más de cien aromas de objetos muy característicos. Pero además usé las redes sociales para preguntarle a la gente a qué huele Buenos Aires. Me respondieron más de 400 personas. De los más repetidos y los que más me gustaron hice una lista de 50 aromas que luego les di a tres perfumistas distintos para que los desarrollaran. Cada uno me entregó unos 20 perfumes, y de esos 60 seleccioné los once que para mí estaban mejor logrados", explica el artista. Se quedó con ganas de sintetizar en una fragancia la garrapiñada y el asado de obra.

Se ve el corazón pero nunca las caras, en cambio, es para escuchar y hablar. Son tres instalaciones sonoras de Nico Diab, músico y artista sonoro, y compositor para muchas otras áreas, que se escuchan en Espacio Ecléctico. La primera, Elefante, es un tubo largo como una trompa, al que se debe acercar la boca para emitir un sonido. Volverá multiplicado por una cortina de vinilo con 49 parlantes diminutos. El resultado es un collage sonoro en el que se superponen los aportes de los participantes. Otra sala está a oscuras, y esta vez, doce tubos transparentes e iluminados que cuelgan del techo se deben arrimar a la oreja para escuchar. "Hay escenas de la vida cotidiana, acontecimientos inusuales, instantáneas de la calle, viajes, el nacimiento de mi hija, una compra al ferretero. Periódicamente voy alimentando la obra", dice Diab.

Otra pieza muy auditiva es Nocturno, de Diana Schufer, en la muestra Amor, de la Casa Nacional del Bicentenario. También a oscuras, hay que elegir...

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