El mundo está fatigado con la Argentina

Alberto Fernández en Tecnópolis

Dos palabras se combinan reiteradamente en influyentes círculos de poder en Estados Unidos y en Europa para describir las sensaciones que provoca la realidad argentina: desconfianza y fatiga .

Los observadores más sofisticados ya no preguntan qué está dispuesto a hacer el kirchnerismo (o el peronismo) para que la Argentina revierta su rumbo errático y decadente, estén o no al frente del gobierno. El interrogante que se repite cada vez más es qué está dispuesta a hacer la sociedad argentina para que aquello suceda. Todavía resuena la frustrada experiencia macrista.

Estas inquietudes se acrecientan en tiempos electorales, y particularmente ahora, cuando los indicadores económicos, sociales y de manejo de la pandemia colocan al país otra vez en el fondo de la tabla. Un banquero con oficinas en Nueva York describe crudamente el contexto en el que la Argentina aparece en el radar internacional. Quienes trazan las prioridades han ido corriendo al país de casillero. En ese escenario, dice, se destacan tres grupos de inversores: los que tiraron la toalla y se fueron, como Walmart y Falabella; los que querían entrar atraídos por los recursos naturales pero pisaron el freno a la espera de la evolución de la administración del Frente de Todos y más tarde de la pandemia, y los que se quedaron y están recibiendo ofertas de canje de sus acciones a precios de remate.

Seis meses atrás, antes de que se pusiera en marcha la campaña electoral que desembocará en la renovación parlamentaria de medio término, el 14 de noviembre, las preguntas de inversores y empresarios extranjeros apuntaban al nivel de autonomía del presidente Alberto Fernández para tomar decisiones independientes de Cristina Kirchner , y cómo entender los equilibrios de la alianza que alumbró a un gobierno peronista atípico, en el que el líder del partido estructurado en el verticalismo no está al frente del Gobierno. Eso ya no los inquieta tanto porque los hechos han marcado que es Cristina quien tiene la última palabra, pero sí las políticas que se adoptarán y el direccionamiento que tomará el Gobierno en los próximos dos años. Si habrá una corrección hacia políticas racionales y de mercado o girará hacia una radicalización del modelo cristinista.

La Argentina, como buena parte de los países de América Latina , no ha logrado en los últimos 30 años estabilizarse, superar las marchas y contramarchas en cada cambio de gobierno y alcanzar un estado de desarrollo...

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