El estímulo de D’Annunzio

Seguramente pocos literatos tuvieron tan estrecha y variada relación con la música como Gabriele D’Annunzio, que nació en Pescara hace ciento cincuenta años (en 1863) y murió en marzo de 1938. Y no sólo por todo lo que la vasta obra dannunziana inspiró a los creadores de su generación y de la siguiente, sino por sus propios intereses culturales y su actividad práctica. Es que algunos de sus trabajos, total o parcialmente, fueron llevados a la música, adaptados por él mismo o por otros autores, mientras inspiraron poemas sinfónicos o música instrumental, mientras que numerosas de sus poesías enriquecieron el repertorio de la música vocal de cámara.Ya en su juventud este poeta, novelista y dramaturgo visitaba en Roma no sólo ambientes musicales, sino que frecuentemente le dedicó parte de su actividad periodística, como crítico. Así, entre 1884 y comienzos del siglo XX aparecieron en La Tribuna artículos sobre óperas de Mozart, Halévy, Ponchielli, Verdi y Wagner. También el exaltado poeta de las Laudi del cielo, del mare, de la terra y degli eroi (1899), con sus construcciones arcaicas y ese paganismo en el que las sensaciones y la exaltación de la belleza ocupaban un primer plano, tomaba posiciones en relación con El caso Wagner, de Nietzsche.Pero D’Annunzio tuvo una relación aún mayor con la música cuando en 1919 abordó, junto con los entonces jóvenes compositores Casella, Malipiero y Pizzetti entre otros, la iniciativa editorial de la colección Los clásicos de la música italiana, publicada en 36 volúmenes, mientras en 1923 participó, con Malipiero y Casella, en la fundación de la Corporazione delle Nuove Musiche, que pronto se convirtió en la sección italiana de...

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