La mujer que ama a los caballos

Una vez por semana la veo pasar. Es apenas un poco más alta que yo. Tiene el cuerpo como encastrado, la cadera angosta, el torso erguido, los brazos a destiempo, la mirada fina, los ojos claros y el cabello apenas largo, apenas alisado. Su piel es blanca. Parece fría. Sus labios son rosados y no recuerdo sus dientes.Las pocas veces que la escuché hablar no logré entenderla porque apenas puede abrir la boca. Debe tener algo más de 40 años. Casi siempre viste ropa oscura, una gorra particular, pantalones cómodos y abrigo según el clima. No lleva bastón, pero sí, siempre, botas de montar. Altas hasta las rodillas. Me pregunto si la ayudan o si solo lo hace para recordar, para no olvidar.No sé cómo se llama. Tampoco dónde vive. Pero sé que es vecina porque Eugenio, el dueño de la despensa de abajo de casa, la saluda sin falta y a veces, incluso, la acompaña unos metros en su paso lento, lento por esa pierna que no puede doblar, nunca. Lento, pero elegante, aunque impreciso, desgarbado, rígido.No sé qué le paso. Pero por alguna razón tengo la certeza de que sufrió un accidente cuando montaba a caballo. No son solo las botas. No. Quizá sea el gorro o su aspecto liviano. Pero cada vez que la veo esa única vez por semana no puedo dejar de pensarla como antes. Arriba de un alazán de pelo corto y brilloso, cepillado a diario. Con los pies vivos enganchados en los estribos, las rodillas apenas flexionadas, el peso de su cuerpo inclinado hacia adelante y el cabello ordenado por el viento. Dócil. Ágil. Hábil. Escandalosamente atrevida.La imagino veloz, segura, excitada por la cabalgata y el calor del cuerpo del animal en contacto con sus piernas. Con la mirada como un cristal partido a causa del sol y el aire, que más que aire parece agua, que más que agua parece mar.La imagino con las manos lastimadas por el roce de las riendas, los dedos de los pies tensos, atentos, la cara seca, los labios secos, la garganta seca y las pestañas negras, largas, bellas, enfurecidas por la adrenalina de la sangre de la bestia.La veo con el pecho rígido, maestro, ejemplar. La veo como una escultura dentro del museo más exquisito, blanca, alisada, marmórea, perfecta. Incluso pienso que salta vallas, una, dos, tres, cuatro, las...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR