Motosierra: manual de uso

Javier Milei, durante la campaña, encendió una motosierra en plena caravana en Olavarría

Desde la asunción de Javier Milei, estamos todos mirando de qué se trata este fenómeno como quien mira un objeto que no termina de clasificar. Nos preguntamos lo que siempre uno se pregunta cuando parece haber una gran ruptura: ¿qué es lo nuevo? Pero sobre todo ahora, nos preguntamos también qué es lo que continúa por debajo de lo que parece nuevo. Es un inventario muy extenso de interrogantes, de los cuales hay uno que puede ser el principal: ¿cómo conviven dos cosas? Primero un liderazgo, que por su temperamento, por su expresividad, por su coreografía, por lo que despierta e inspira en un sector de la sociedad, podríamos decir que es un liderazgo carismático. El hombre que este domingo asumió la presidencia no tuvo el tipo de comunicación, de presentación y estética de un tecnócrata. Parece ser alguien que pretende mover emociones. Se presenta a sí mismo como el protagonista de una saga histórica, que conecta con una narración que ayer llegaba hasta 1816 y la independencia, la generación del ‘37, Sarmiento y Roca, y la reposición de esa tradición después de lo que él llama "100 años de colectivismo". Es una gran interpelación a la comprensión pero también a la emoción. Porque detrás de esa narración hay una calificación de algo que es bueno y algo que es malo, de algo que viene a redimir lo anterior, de algo que debe ser despreciado y descartado. Mueve sentimientos. Parecería que quiere impregnar su política de una mística, con rasgos políticos típicos del populismo. La idea de que no hay mediación entre el líder y el pueblo, de que prácticamente la única legitimidad es la del presidente que es votado por la gente. ¿Cómo convive este fenómeno de un líder que pretende sostenerse en la opinión pública con otro fenómeno que es el ajuste feroz?

El discurso de este domingo fue interesante por varias razones. Una fue muy mencionada. Tiene que ver con la disposición coreográfica de la escena: fuera del recinto, hablándole a la gente, con el Congreso a sus espaldas y la casta excluida. Pero hay otra característica relevante de este discurso. Apeló prácticamente a un solo tema: la herencia recibida, el desastre económico que deja el kirchnerismo que, para Milei, se inscribe en una larga inercia de estatismo, y la necesidad de encarar un shock para corregir aquellas miserias y desajustes que deja el gobierno de Alberto Fernández, con Sergio Massa como principal protagonista. Milei dijo "acá hay que hacer un ajuste, no hay espacio para el gradualismo, solo puede haber un shock. Lo que viene en principio va a ser peor de lo que hay porque, para llegar a una economía normalizada, hay que mover variables que van a potenciar la inflación. Y no hay plata". ¿Cómo se hace para mantener aquel tono carismático, para seguir movilizando esa emoción a favor, sin plata y con un ajuste? Esta es la gran pregunta de este momento histórico frente a la asunción de Javier Milei en el gobierno.

No se distrajo con otros temas. No habló de política internacional, no habló de educación . No habló de un tema central en alguien que describe la herencia recibida: no habló de corrupción. No fue mencionada. La palabra "corrupción" en el discurso de Milei está supuesta en la idea de que el estatismo es, por definición, favorable a la corrupción. Pero no habló de la corrupción del kirchnerismo, no se refirió a ese fenómeno en estos términos. La herencia que describió Milei es la herencia de alguien economicista, que mira la realidad sobre todo reduciendo todas las variables a las que se pueden explicar por razones económicas. Y aun al referirse al ajuste económico lo planteó en una sola dimensión. No habló del combate que podría darse a la inflación por la vía de la apertura económica, de quitar zonas y barreras de protección. No habló de desregulaciones del Estado.

Asunción del presidente Javier Milei en las escalinatas del Congreso de la Nación

Habló exclusivamente del ajuste en términos fiscales, de las cuentas públicas. Esto le concede una enorme importancia a un personaje que se acaba de incorporar al Gobierno. Hasta el viernes no estaba. Era el gran casillero vacío del armado del oficialismo: el Secretario de Hacienda, quien se encarga de indicar por dónde hay que cortar para que ese recorte tenga un efecto sobre la macroeconomía. Es una tarea técnica y política, ya que detrás de cada recorte hay una protesta o un reclamo. Se llama Carlos Guberman, muy poco conocido. Viene de la Oficina Presupuestaria del Congreso, un grupo técnico que asesora al Parlamento en el manejo de la elaboración del Presupuesto, y que dirige un economista muy conocido en el mundo de quienes estudian las cuentas públicas, que es Marcos Makón. Se suponía que iba a estar en la Secretaría de Hacienda otro histórico de ese mundo, experto en presupuesto, que es Raúl Rigo, pero él va ir a trabajar con Juan Manuel Olmos a la Auditoría General de la Nación. Olmos, cerebro de la campaña de Massa e importantísimo en la relación Massa-Cristina Kirchner, es la figura que el peronismo puso al frente del organismo del Estado más jerarquizado que la Constitución asigna a la oposición. ¿Se lo lleva porque necesita un fiscalista o, con picardía, para sacarle una pieza importante al Gobierno? Misterios de Olmos.

¿Qué estrategia va a seguir el Gobierno en materia fiscal? La principal es encarar el problema del déficit del Estado con una gran licuación. La alternativa sería hacer un ajuste estructural mirando cómo está compuesto el gasto público y recortando institucional y orgánicamente ese gasto. Eso puede ser que se haga o no. Es una pregunta que nos vamos a hacer. Pero, en principio, la estrategia de Milei -que le ha confiado a interlocutores muy importantes como Alberto Fernández durante la reunión en Olivos- es llevar adelante una licuación. ¿Qué es una licuación? Mantener el gasto en el nivel que está, confiando en que si se lo congela, la inflación va a hacer que esos pesos destinados a solventar el gasto público van a pesar cada vez menos porque se van a ir, justamente, licuando por efecto de la inflación. Esto quiere decir que el agente del ajuste fiscal va a ser la inflación, que es la peor herencia que deja Massa. ¿Cómo se mide el resultado fiscal en el Estado? Por lo que efectivamente se pagó. Se pueden programar muchos gastos en el Presupuesto, efectuarlos y no pagar. Se puede acumular una deuda, por ejemplo, con los...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR