Morir en prisión: la condena final de los que cumplen sentencia

Gustavo Aranda sufría dolores abdominales tan terribles que incluso intentó tirarse desde el balcón del pabellón. Días después fue encontrado muerto en su celda. David Dubra padecía un profundo cuadro depresivo. Pasó varios días haciendo una huelga de hambre. Al tiempo, apareció ahorcado con una sábana. A Patricio Barros Cisneros lo mataron a golpes los guardias del penal. Dijeron que se había suicidado reventándose la cabeza contra las rejas.

No son casos aislados. Un relevamiento de LA NACION a partir de información de la Procuración Penitenciaria Nacional (PPN), el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) y la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) demostró que en las prisiones del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB), que según el último informe de la CPM alojan a 34.156 presos, hubo 707 muertes entre 2009 y 2014. El 30% fueron violentas.

En el mismo período, en las cárceles del Servicio Penitenciario Federal (SPF), donde hay unos 10.000 reclusos, murieron 272, el 46,3% en forma violenta.

Este año la Procuración ya registró 25 muertes de internos en el SPF, 11 de ellas, violentas.

Son consideradas muertes violentas, según explica la PPN, a "aquellas que resultan consecuencia de un homicidio, suicidio, accidente, o la causa que la ha provocado resulta dudosa de determinar, pero siempre traumática".

En cambio se clasifica como muertes no violentas a las que se producen "por enfermedad, son súbitas o cuya causa aún resulta dudoso determinar, pero siempre no traumática".

Las diez cárceles con más muertes violentas entre 2009 y 2014 se ubican casi todas en Buenos Aires, salvo la Unidad N° 6 del SPF, que está en Rawson, Chubut. Esta última es la que tiene la proporción de muertes violentas más alta en el período (12 sobre 15).

"Hoy, recibir una condena en la Argentina representa una doble penalidad: la sanción en sí misma, medida en días, meses y años de privación de la libertad, y tratar de sortear la estadía en prisión sin que vayan la vida o la salud en ese intento", sostiene el juez Mario Juliano, director de la Asociación Pensamiento Penal. "Una temporada «tras las rejas» implica no recibir alimentación adecuada, atención de la salud, estar sometido a sobrepoblación y al consecuente hacinamiento, y afrontar violencia del resto de la población y, como si eso fuera poco, de la propia institución carcelaria", añade Juliano.

"Al no haber ningún otro registro oficial público, nosotros decidimos llevar a cabo nuestro propio...

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