Modelo normativo del mundo homérico: Odisea

AutorJuan Moncada
Páginas1-32
Moncada, Modelo normativo del mundo homérico: Odisea
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Modelo normativo del mundo homérico: Odisea*
Por Juan Moncada
1. Introducción
En Homero no hay una legislación revelada por los dioses, como en Manú, ni
tampoco hay constancia de una recopilación legal de referencia para su época, como
en el caso de las Doce Tablas para Roma. Pero una lectura que preste cuidadosa
atención a las normas e instituciones sociales a que alude el poeta en Odisea, permite
mirar entre las persianas de la llamada “edad oscura” de la historia de Grecia (del año
1200 a.C., hasta Homero, en el siglo VIII a.C.) e identificar un conjunto de los manda-
mientos expresos, convenciones sociales y pautas de comportamiento que, demos-
traremos aquí, exteriorizan un esquema normativo de aquello que parecía aceptable
en la atmósfera religiosa, social y política de aquella época, que justificaba encomiar
o acusar a alguien en determinadas circunstancias, que hacía posible castigar o re-
compensar y que, al final, representaban el zócalo sobre el que se sostenían las pe-
queñas sociedades establecidas en la geografía que comprendía el Asia menor, el
África del norte y la Grecia continental y sobre la cual procuraban su precaria estabili-
dad, de todo lo cual Homero dejó trazas en la larga tradición oral preservada por él.
Descripciones exquisitas de experiencias cotidianas permiten también vislum-
brar el valor que se asignaba al individuo en ese complejo ambiente de dioses celosos,
drogas mortíferas, hombres corajudos y de inteligencia e instinto explorador, y ofrece
Odisea elementos que permiten también identificar grupos particulares y castas, tanto
como ideas de justicia, normas y patrones generales que dejan reconocer, por fin, la
forma en que hombres y dioses se asignaban el poder. Si la literatura de la Edad
Moderna se mira en el espejo de Homero para encontrar sus orígenes, no vemos
porqué el derecho, también moderno, no intente hacer lo propio.
La prudente Penelopea, para citar un caso, no encarna sólo un ideal de virtud
conyugal y belleza. Mirado con atención, ofrece también la clave de la legitimidad del
nuevo gobierno de Ítaca, si Odiseo falla en su regreso. Y el asedio de los pretendientes
puede leerse como un intento frustrado de sucesión al trono en aquella patria chica y,
asimismo, la masacre final podría interpretarse como la descripción de un juicio de
castigo a la provocación y a las demasías de aquellos insensatos que no quisieron
pedir el casamiento a Penelopea de un “justo modo” (14.80)1. Incluso, las arengas
finales de Eupites a los itacenses en el ágora, y su amenaza de guerra para vengar a
los pretendientes ajusticiados por haber ultrajado el palacio real, tiene toda la materia
prima de una insurrección. Y es de este modo que proponemos leer a Homero.
En un contexto de sociedades geográficamente pequeñas, de ciudades que se
engañan con astutos caballos de madera y cuyas riquezas se conquistan y reparten
en la lógica de los botines de guerra, la tentativa de considerar un estatuto legal sub-
yacente a ellas parecería un esfuerzo estéril. Si, no obstante, para describir las
* Bibliografía recomendada.
1 Reenviaremos al lector, siempre en paréntesis sobre el texto, a la métrica original de Segalá y
Estalella, de la edición a la que se refiere la nota 5 infra. Ej. (1.11) para la primera cita o (24.545), para
la última.
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comunidades y comarcas de entonces, habláramos de mera fuerza bruta, de neta
prevalencia de la fuerza física, de coerción desnuda, haríamos también una lectura
extrema. No puede decirse que comunidades que admitían un orden social inteligible,
que soñaban con mejores y más estables agrupaciones sociales, carecían de pauta
normativa alguna o que traducían barbarie simple y llana.
Odisea proporciona una larga lista de ejemplos de creencias y acciones norma-
tivas enlazadas a valores religiosos compartidos por aquellas comunidades. Se de-
bían cumplir los juramentos (12.297), rendir honores al huésped (1.113), acoger con
sentimientos de amistad (15.46), ofrecer hospitalidad y recibirla (1.178), respetar bie-
nes ajenos y no envidiarlos (17.528), llevar vestidos limpios (6.57), mostrar compañe-
rismo (8.536), expresar fidelidad conyugal (18.250), celebrar hecatombes perfectas
(17.57), compadecer al suplicante (8.536), ofrecer regalos y aceptar los ofrecidos
(11.354), no eludir el lecho de una diosa (10.281), tolerar que una visita esté sentada
en la tierra (7.159) o que un joven luche con un viejo (18.52).
Asimismo, los deberes de venganza a la muerte del padre o los parientes
(3.102), de mostrar temor a los dioses (6.119) y de hacer las cosas con moderación
(15.67), simbolizan todas ellas conductas que fueron consideradas deseables entre
hombres que además tenían conciencia de su propio contraste cultural respecto de
“salvajes” e “ignorantes de la justicia y de las leyes” (9.193) y que tenían una capaci-
dad sumamente indicativa de la presencia de una sociedad política: la inteligencia
para la utopía.
Odisea, en efecto, es una obra llena de utopías localizadas en lugares fantás-
ticos de la atmósfera mediterránea donde “los hombres viven dichosamente”, en los
que “jamás hay nieve, ni invierno largo, ni lluvia, sino que el Océano manda siempre
las brisas del Céfiro, de sonoro soplo, para dar a los hombres más frescura” (4.555).
Era patente el anhelo de aquellas sociedades homéricas de tener experiencias políti-
cas mejores, por contraste a las reales, y la capacidad de sus protagonistas de refle-
xionar en perspectiva visionaria sobre la vida en comunidad y de orientar su orden
normativo hacia mejores y más justos regímenes de leyes2.
Tales utopías sin duda ayudarían a tender puentes entre la Grecia arcaica y
clásica con su “edad oscura” (Early Iron Age), y permiten también obtener mucha in-
formación de los valores del hombre homérico alrededor del problema de la justicia,
de las libertades y del ejercicio del poder3.
Hay geografía real, mezclada con ríos, islas y lugares inventados; hay narra-
ciones increíbles y herramientas mágicas, como la “varita” de Atenea (13.429) o como
2 López Eire identific a algunas de estas utopías: “Allí nunca les falta, ni al amo ni al pastor, ni
queso, ni carnes, ni dulce leche, pues las ovejas están en disposición de ser ordeñadas en cualquier
tiempo”, dice Menelao refiriéndose a Libia en su conversación con Telémaco (4.78). “Los inmortales te
enviarán á los campos Elíseos al extremo de la tierra donde se halla el rubio Radamanto allí se vive
dichosamente, allí jamás hay nieve, ni invierno largo, ni Iluvia, sino que el Océano manda siempre las
brisas del Céfiro, de sonoro soplo, para dar á los hombres más frescura” (4.554) Cfr. Homero, Odisea,
trad. Luis Segalá y Estalel la, ed. Antonio López Eire, México, Planeta, 2017, notas 111, 132 y 177
ubicadas respectivamente en p. 105, 119, 156.
3 A menudo se hace referencia a La República de Platón como primer modelo de sociedad idea-
lizada, pero habría que tener presente las lucubraciones de Homero. Un recuento de la prosa utópica
y sus promotores, así como del impulso práctico de algunas de ellas, se puede ver en: www.britan-
nica.com/topic/utopia y www.britannica.com/art/utopian-poetry.
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aquellas naves que se conducen sin piloto y sin timón, y que “ya saben ellas el pen-
samiento y el querer de los hombres” (8.536), y hay que ver también la asombrosa
capacidad de desplazamiento que tienen los dioses, casi parecida a una teletranspor-
tación; todo ello es cierto. Pero hay mucho más que mera fantasía a lo largo de la gran
epopeya, a la que Vico no dudó en otorgar plena credibilidad histórica al considerar a
Homero el “primero de sus autores ciertos, y primer padre verdadero de toda la erudi-
ción griega”, al tiempo que reconoció en la Odisea preciosos detalles sobre “asam-
bleas heroicas”, “jurisprudencia heroica” y “geografía poética”4.
También la autoridad de Luis Segalá y Estalella acredita a Odisea como el “pa-
norama más acabado, el eco más fiel de las primeras épocas históricas de la raza
griega”. Añade que, a diferencia de la Ilíada, la Odisea representa “una pintura más
completa de la vida humana”5.
Y no debería extrañar tampoco que el conocido juez y escritor norteamericano,
Richard A. Posner, publicara en 1981 una importante obra en la que toma como una
de sus referencias históricas la estructura de las instituciones sociales homéricas, y
perfila un sistema alternativo de orden estatal que resulta clave para hacer contrastes
en sus debates de filosofía social. Describe los rasgos de ese orden (hospitalidad,
intercambio de regalos, venganzas, etc.) como la “powerful evidence that the society
described by Homer is ‘real’, albeit not necessarily historical in its details, but also su-
ggests a puzzle”6.
Poco nos interesa aquí la cuestión homérica, o cuántos homeros fueron, o la
datación de sus obras: si fue primero Ilíada que Odisea; ni identificar defectos métri-
cos, anomalías lingüísticas, repeticiones o violaciones a la ley de sucesión de la épica
de que se valen los filólogos, y que hacen dudar de la unidad de autor de los poemas
homéricos; tampoco interesa saber si la llamada “telemaquia” fue suplemento del
poema original7, un aspecto en el que seguramente la inteligencia artificial se hará
sentir dentro de poco con aportes confiables que se añadirán al esfuerzo de genera-
ciones de filólogos.
Lo que nos interesa verdaderamente es que Homero, o quien haya sido el gran
poeta, preservó los remanentes del desaparecido ambiente palaciego micénico, y
4 Vico, Giambatista, Principios de una ciencia nueva en torno a la naturaleza común de las Na-
ciones, México, FCE, 1941, p. 27, 88, 91, 115 y 123, edición curada nada menos que por Eduardo
García Maynez, quien fuera leyenda en filosofía del derecho latinoamericano.
5 La versión más estimada de la Odisea, en prosa castellana, y traducida directamente del griego,
se reconoce al mencionado Segalá y Estalella en 1908 y 1910 (objeto de un increíble plagio de la
Universidad Nacional de México, del que Segalá se quejó muy discretamente), que es la traducción
que adoptamos para este trabajo. Más tarde, en 1928, el mismo Segalá y Estalella, quien fuera cate-
drático de lengua griega en la Universidad de Barcelona (fallecido en el bombardeo de esa ciudad en
1938), dio a luz Obras Completas de Homero, engalanada con reproducciones de obras artísticas de
la antigua Grecia, y que identifica muy pulcramente la editio princeps, los textos griegos de los cuales
partió para hacer la traducción. Cfr. Obras Completas de Homero, versión directa y literal del griego,
por Luis Segalá y Estalella, edición adornada con ilustraciones arqueológicas de carácter homérico,
Barcelona, Casa Editorial Montaner y Simón, 1927. Odisea a partir de la p. 286. Las citas del texto
corresponden a las p. XXXVIII y XXXIX de esta obra “sus poemas, junto con las sagradas escrituras y
las obras de Shakespeare (dice Segalá de Homero), son la mejor preparación para la vida”, p. XXXVI.
6 Posner, Richard A., The Economics of Justice, Harvard University Press, 1983, p. 141.
7 Un resumen de esta problemática se puede leer en la introducción de Odisea escrita por el
filólogo y profesor de la Universidad de Granada, España, el profesor Jose Luis Calvo: Homero. Odisea,
ed. y trad. José Luis Calvo, Cátedra, 25ª ed., 2017, p. 9 a 42.

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