El misterio que insiste

Primer efecto de una intensa exposición a la serie de ciencia ficción The expanse: mirar el cielo nocturno, mandarles un saludo a las estrellas y sugerirles que quizá no les convenga que alguna vez vayamos a visitarlas.

Porque de eso se trata esta producción basada en los libros de James S. A. Corey (nombre de fantasía de Daniel Abraham y Ty Frank): la colonización del sistema solar a manos de la raza humana. Hay escenarios deslumbrantes, la dosis justa de fantasía que exige toda ficción de anticipación, efectos especiales que cumplen su cometido sin necesidad de alarde. Y una certeza: cuando dejemos de dar pequeños saltitos de amateur y salgamos en serio al espacio -cuando plantemos bastante más que banderas solitarias en la Luna, Marte o más allá-, lo haremos con todo lo que nuestra historia viene siendo. Habrá estaciones espaciales populosas como la más digna ciudad terrestre, sí, y habrá también peleas por el poder, voracidad, pulsión por quebrar límites. Dominantes y dominados; ricos y pobres. El fantasma del genocidio.

Todo esto, en una serie más bien perdida entre las múltiples ofertas de Netflix, a la que llegué por puras ganas de escapar un rato de lo cotidiano; esa hambre de fábula que a veces nos sobreviene a algunos. Y que cuando se satisface con ciencia ficción, siempre significa, de un modo u otro, regresar a casa.

Lo que cuenta The expanse es la historia de humanos que se llaman entre sí "térreos", "marcianos" y "cinturoneros". Habitantes de la Tierra y beneficiarios del planeta más rico, el único donde la vida se prolonga más allá de los 100 años y la taba del poder político -de momento- siempre cae a favor; colonos de Marte con algo de espartanos modelo siglo XXIV: austeros, rigurosos, dotados de una disciplina férrea, empecinados en su amor por el árido suelo que les tocó en suerte (al que sueñan convertir, a través de sofisticados emprendimientos tecnológicos, en una nueva, oxigenada y acuática Tierra).

Y los cinturoneros. Nacidos y criados en el cinturón de asteroides, que, con sus recursos minerales, alimenta los costosos emprendimientos de los planetas interiores. Pobres...

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