Nanotecnología: sin milagros, pero cerca de la vida cotidiana

Eric Drexler, el ingeniero del MIT que en los años 80 difundió el término "nanotecnología" para referirse a la posibilidad de diseñar sistemas productivos del tamaño de moléculas, imaginó un futuro en el que máquinas infinitesimales repararían el cerebro neurona por neurona, y microrrobots intervendrían en nuestros engranajes celulares para librarnos de la enfermedad. En 1997, Drexler le dijo a la revista Muy Interesante: "La nanotecnología curará el cáncer, limpiará la contaminación y aliviará el hambre en el mundo".

Hoy, los usos de la nanotecnología son menos fantásticos, pero sus potencialidades siguen siendo tentadoras. "Según algunos cálculos, las ventas mundiales de productos que incorporan aplicaciones nanotecnológicas originan ventas por alrededor de 200.000 millones de dólares", dice Galo Soler Illia, investigador de la Comisión Nacional de Energía Atómica y el Conicet. Esos productos incluyen desde raquetas de tenis más livianas y resistentes hasta telas hidrófobas y que repelen bacterias patógenas, además de solventes y pinturas menos contaminantes. En la Argentina, alrededor de 500 investigadores exploran el mundo de lo infinitamente pequeño.

Soler Illia y colegas, entre los que se cuentan biólogos, físicos, químicos, bioquímicos e ingenieros de diversas especialidades, están desarrollando en el país los fundamentos científicos que permiten manipular la materia en dimensiones de 1 a 100 o 200 nanómetros (un nanómetro es la millonésima parte del milímetro), una escala en la que presenta propiedades diferentes de las que posee en el mundo macroscópico.

Soler Illia es un experto en hacer poros increíblemente pequeños. Junto con su equipo desarrolló un tipo de cristales recubiertos con una fina película de un óxido con poros del tamaño de pocos nanómetros que permite detectar moléculas específicas (como un gas tóxico, por ejemplo). Otra de sus creaciones es una membrana artificial, en la que trabajó junto con Omar Azzaroni (del Inifta, de La Plata) y Lía Pietrasanta (de la UBA), basada en un cerámico nanoporoso que deja pasar ciertas sustancias químicas en presencia de iones de calcio y permanece "cerrada" en su ausencia.

"Logramos imitar los canales de calcio de las células. Es un lindo ejemplo de cómo los nanocientíficos imitamos a la naturaleza", comenta.

Para acometer este tipo de desafìos se requieren recursos humanos, una tarea en la que el Centro Interdisciplinario de Nanociencia y Nanotecnología (CINN) cumple un rol...

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