El milagro de la música

Martha Argerich y Daniel Barenboim, dúo de pianosPrograma: Mozart: Sonata para dos pianos, K 448; Schubert: Variaciones sobre un tema original para piano a cuatro manos, D 813; Stravinsky: La consagración de la primavera (versión para piano a cuatro manos). abono estelar del Teatro Colón.Nuestra opinión: ExcelenteAlgún memorioso o algún historiador con otros rigores podrían confirmar si en la extensa historia del Colón, alguna vez, a lo largo de tres días continuados, tuvo lugar una serie de eventos musicales tan memorables, únicos e irrepetibles como los que han tenido lugar, uno después del otro, a pura magia, entre el domingo y el martes. El común denominador a todos ellos ha sido Daniel Barenboim, indudablemente, el hacedor esencial de este milagro aunque las glorias las tiene que compartir con la Orquesta del Diván, con un elenco de cantantes formidable y, sin lugar a dudas, con Martha Argerich, una de las artistas más notables de las últimas décadas, una verdadera leyenda en plena actividad.El concierto que Daniel y Martha ofrecieron anteayer tuvo lugar en un marco inusual, con mucho público prolijamente sentado en varias filas de sillas dispuestas sobre el escenario como tres lados de un gigantesco rectángulo que enmarcaba a los dos pianos. Tomados de la mano, con un Barenboim particularmente protector, estas dos figuras inconmensurables de la música ingresaron para recibir una ovación atronadora, con gritos y chiflidos incluidos, y sazonada con los infaltables celulares que pretenden perpetuar el momento. Lo que vino después no hizo sino confirmar todas las expectativas, las más exigentes, las más fantasiosas.Con Martha siempre en los graves de las obras programadas, a dos pianos o a cuatro manos en un solo teclado, en la primera parte, estuvieron con las galanuras y exquisiteces de la única sonata para dos pianos que escribió Mozart y con una obra inquietante de Schubert, como siempre bella y pletórica de misterios e insinuaciones. Con Mozart, lejos de quedarse en la "mera" exposición de filigranas, a través de toques de extremada limpieza y de exactitudes milimétricas, Martha y Daniel incluyeron acentuaciones sorpresivas y pequeñas e inesperadas inflexiones y respiraciones que le insuflaban una vida muy peculiar, por fuera de las consabidas galanterías. El segundo movimiento, tomado sin urgencias y con el mayor detenimiento, fue un largo instante de altísima poesía.Después abordaron las Variaciones D.813 de Schubert. Casi como una clase de...

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