Michael Collins: 'Desde los tiempos de Adán nadie se había quedado tan solo'

Fue la hazaña del siglo y el comienzo de la aventura más espectacular emprendida por la especie humana en toda su historia. "Un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad", dijo Neil Armstrong mientras pisaba por primera vez la superficie polvorienta de la Luna, y acá abajo, en la Tierra, 1200 millones de personas lo veían en vivo y en directo desde sus hogares. Han pasado décadas desde aquel 20 de julio de 1969 y hoy sabemos que, en verdad, fue un gran salto para la humanidad.

Michael Collins, uno de los tres tripulantes de la Apolo XI, aceptó una larga entrevista para hablar de la llegada a la Luna, la conquista de Marte y el fascinante oficio de los astronautas.

Adrenalina. Ésta es la palabra clave, según Michael Collins."Si usted se las arregla para controlar su adrenalina, aun en los momentos más dramáticos, entonces tiene buenas posibilidades de éxito en el oficio de astronauta. También hace falta suerte, pero sobre eso conviene no hablar, porque es algo que se tiene o no se tiene, y uno no puede entrenarse para ser un tipo más afortunado." Collins aprendió a manejar su adrenalina derribando cazas enemigos en la guerra de Corea y, a principios de los años 60, como piloto de pruebas del X-15, el avión experimental más veloz de su época. En 1963 fue aceptado por la NASA como candidato a astronauta, y entre sus nuevos compañeros reconoció a otros dos veteranos de Corea. Uno se llamabaEdwin Aldrin y tenía, como é1, grado de coronel de la Fuerza Aérea; el otro era un piloto que venía de la Marina, de aspecto solitario y muy pocas palabras, del cual recordaba sólo su primer nombre, Neil, pero no su apellido. Era Neil Armstrong.

Aquellos primeros años en la NASA fueron tremendamente difíciles y a la vez fascinantes para los treinta candidatos. Difíciles, por el entrenamiento despiadado, las exigencias académicas y las pruebas físicas a que eran sometidos en lugares como el Valle de la Muerte, el Caribe, las cámaras antigravitacionales de Cabo Kennedy y los accidentes provocados en los simuladores de vuelo del Centro Espacial de Houston. Fascinantes, porque aun antes del bautismo espacial comprendían que el mundo que los esperaba allá arriba era mucho más imprevisible y misterioso que el que había imaginado Ray Bradbury.

Un astronauta que gira alrededor de la Tierra, aprendió el entonces coronel Collins, ve salir el sol 16 veces en un mismo día y ponerse otras tantas. Arriba de la atmósfera terrestre no hay un solo arco iris igual a otro, los colores son ocho en lugar de siete y van cambiando de intensidad a medida que la nave avanza en su órbita. La velocidad de aproximación de una cápsula tripulada que regresa a la Tierra es de 39.800 kilómetros por hora (a esa velocidad, hipotéticamente, se puede ir de Buenos Aires a Mar del Plata en apenas 36 segundos). Un astronauta, le enseñaron, duerme siempre con los brazos cruzados para que éstos no floten por encima de su cuerpo y no choquen contra el panel de instrumentos. El oído es el...

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