El 'método Fernández', en sus horas más críticas

Es probable que no haya que buscar en experiencias ajenas para entender por qué a Alberto Fernández no le gustan (y no tiene) planes económicos. Quizá para terminar de entenderlo haya que quitarle el adjetivo a la autodefinición del Presidente.Contradicciones dialécticas, marchas y contramarchas fácticas, falta de convicción, demora en la toma de decisiones (hasta que no hay más tiempo) se han convertido en una marca de fábrica y de gestión. Planes, hojas de ruta o programas no se llevan bien con ese modus operandi (o modus essendi) del Presidente.Dos casos recientes, de fuerte repercusión interna uno y de probables efectos negativos externos el otro, reafirman la vigencia del "método Fernández". Tanto como ponen en cuestión como nunca su dudosa eficacia. La resolución del problema cambiario y la derrota en ofrecen muestras inquietantes en dos planos muy disímiles.El nuevo endurecimiento del cepo al dólar tardó más de un mes en resolverse desde que las luces de alarma se encendieron en el Gobierno. Para peor, la solución no conformó a nadie. La demora y el producto final son el resultado de las fuertes discrepancias existentes entre las diferentes voces económicas que escucha el Presidente y de la forma de resolver diferendos que tiene Fernández.Las nuevas restricciones no son la fórmula ideal para el amigo presidencial y titular del Banco Central, Miguel Pesce, que impulsaba un corte total al dólar ahorro. Tampoco es lo que proponía el ministro de Economía, Martín Guzmán, quien se inclinaba por un desdoblamiento del mercado.Tampoco es lo que esperaban los pequeños ahorristas, para los cuales los pesos son un seguro de desahorro. Ni es lo que imaginaban los empresarios, ahora urgidos a refinanciar deudas (algunos), a buscar nuevas fuentes de prefinanciación de exportaciones (otros) o a olvidarse de inversiones de capital (la mayoría). Todos descontentos. Todos heridos y ninguna batalla ganada, cuando aún quedan demasiados desafíos y los recursos son escasos (cada vez más).Los festejos por el éxito del canje de la deuda pública (más allá de la demora y las concesiones hechas para cerrarlo), que evitó un default, no duraron nada. Lo sabe Guzmán. Apenas logró que no le aguaran tan pronto la fiesta, como pretendía el BCRA, decidido a imponer un cepo absoluto a las pocas horas de cerrada la negociación con los deudores.Por entonces se impuso uno de los capítulos estrella del manual del "método Fernández", consistente en postergar toda decisión...

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