Mentiras consensuadas en un call

Entrar a un call queda bien. El corporativo medio disfruta, especialmente con un empleado que reporta a él, cuando puede lucir la curcarda del conference call en pocos minutos.

Las famosas call o conferencias por teléfono reúnen a ejecutivos de diferentes latitudes a la vera de un aparato con forma de sapo con teclado. Nacieron, claro está, como una solución para mejorar el proceso de toma de decisiones. Tecnología mediante, permite que, no importa en qué lugar del mundo esté sentado, todos queden reunidos en un mismo cónclave.

Las anécdotas de dormidos, distraídos, desatentos, aburridos o excéntricos se reproducen cada vez que termina un call. Cuenta el gurú de la cortada de la calle Estomba que las que convocan a los ejecutivos de Latam –sustantivo para referirse dentro de una empresa a América latina– suelen ser muy particulares. "Los latinos tienen sus cosas. Lo más divertido son los distintos tonos del castellano. Los participantes apuestan para saber si uno es mexicano, colombiano, chileno, o cubano", dice. Pero claro, siempre está el que toma el call desde un celular en el auto, en la casa o en un restaurante. "En ese caso –dice el gurú– habrá que saber separar los bocinazos, los llantos, los gritos de los niños, los ladridos del perro o la sirena de la ambulancia de lo que efectivamente se trata en el mitin".

Los primeros minutos se pierden hasta que efectivamente están todos conectados. El problema se suscita cuando faltan participantes. Allí toman protagonismo los interminables bips que suenan cada vez que un nuevo participante se suma. "Hola, ¿quién se sumó…?, dice el convocante. Y luego, arrancar la introducción de nuevo para el remolón y claro, saturar a los que ya lo escucharon.

Los problemas empiezan cuando a algún...

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