Memorias de quirófano

Esa mañana el experimentado neurocirujano debía operar un pineocitoma, que es un tumor de la glándula pineal, situada en las profundidades del cerebro y la residencia de los pensamientos, las emociones y los sueños; Descartes -un poeta, además de un filósofo- creyó que en ese órgano residía el alma. El neurocirujano llegó a la sala de operaciones, observó con detenimiento el escáner cerebral y puso manos en el asunto: tomó el bisturí, hizo una pequeña incisión en el cuero cabelludo en la nuca del paciente -un hombre de mediana edad, ejecutivo de una empresa aérea, que padecía hidrocefalia aguda y fuertes dolores de cabeza y corría el riesgo de quedar ciego y morir en unas pocas semanas-; con un aspirador quirúrgico, quitó la sangre abundante e hizo luego una craneotomía; separó las meninges -las membranas situadas bajo el cráneo que envuelven el encéfalo y la medula espinal- y llegó a la fisura que separa los hemisferios cerebrales del tronco del encéfalo y el cerebelo. Miró entonces las imágenes ampliadas en el microscopio quirúrgico: tenía frente a sí el centro mismo del cerebro y volvió a invadirlo un sentimiento de emoción profunda y reverencia, el mismo que suelen reconocer los montañistas cada vez que están por ascender una montaña con el propósito de hacer cumbre. En esa misteriosa región del cerebro se encuentran las funciones vitales que mantienen vivo al hombre; están las venas más profundas del encéfalo, la vena basal de Rosenthal y la gran vena de Galeno. Es una topografía extraña, con nombres que evocan el paisaje lunar, pero lo importante ahora es que, en caso de que el cirujano dañe cualquiera de ellas, el paciente sólo tiene un destino: la muerte. Horas después, cuando visite a ese mismo paciente en la sala de recuperación y no haya habido consecuencias que lamentar, al cirujano habrá de asaltarlo otro sentimiento conocido: esta mañana conoció el cielo tras haberse asomado a las puertas del infierno.

La escena está contada en Ante todo no hagas daño (Salamandra), un libro que recoge las memorias de quirófano de una celebridad y que se lee con la misma fruición y el mismo sobrecogimiento con que se sigue un thriller. Su autor es Henry Marsh, un londinense que hace dos años sorprendió al mundo con una autobiografía que retrata de manera singularmente descarnada las vicisitudes que se viven en una sala de operaciones de alta complejidad. Antes de estudiar medicina, Marsh se aventuró a la filosofía en la Universidad de Oxford...

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