Lo mejor del grotesco criollo

He visto a dios / Autor: Francisco Defilippis Novoa / Adaptación: Roberto Ibáñez / Intérpretes: Roberto Ibáñez, Gustavo Brenta, Fausto Bengoechea, Santiago García Ibáñez, Daniel Di Cocco, Beto Orchoski, Sergio Veloso y Silvana Coppini / Escenografía: Víctor De Pilla / Vestuario: Alicia Gumá / Diseño de luces: Natalia Bianchi y Gabriel Cosoy / Asistencia de dirección: Susana Arata / Dirección: Gabriel Cosoy / Funciones: sábados, a las 21 / Sala: La Ranchería, México 1152 (4382-5862) / Duración: 80 minutos.

Nuestra opinión: buena.

Después de Armando Discépolo, Defilippis Novoa fue un autor que también se acercó al grotesco criollo, pero no para sumergirse en él, sino para afirmarse desde una estética porteña, el sainete, para recibir y respirar los vientos de Europa, que venían impregnados de simbolismo francés, de expresionismo alemán y de un realismo poético en el que todos abrevaban. No en vano el autor había subtitulado su pieza "Misterio moderno", con el afán de incluir problemáticas metafísicas y espirituales. Pero a pesar de esto, no puede negarse la influencia de Discépolo en la concepción de esa máscara, tragicómica, que lleva al espectador de la piedad a la risa.

Es obra de un gran protagonismo, más allá de los personajes que intervienen en el drama. Don Carmelo es un gran amoral que no tiene problemas en defraudar a los clientes, explotar a su empleado, especular con los ladrones. El fin justifica los medios: quiere que su hijo, Chicho, tenga un mejor pasar que él. Claro, que no cuenta con que el vástago, inclinado hacia el juego, sólo pretende quemar etapas y llegar a la riqueza por el camino fácil y divertido.

Lo previsible, pero inesperado, fue que prematuramente Chicho muriera en una reyerta, y...

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