Lo mejor del espíritu de Mayo

El Congreso y el Poder Ejecutivo se han aunado en la decisión de que hoy sea feriado nacional en conmemoración del bicentenario de la Asamblea General Constituyente de 1813 . Han invocado el papel soberano de que se invistió a la asamblea, el origen popular de su configuración y la vocación que manifestó por los valores de libertad e igualdad.

Cómo no estar de acuerdo con todo esto, y celebrarlo, pese a que la asamblea se abstuvo de cumplir con los dos objetivos que habían movilizado al convocarla las expectativas generales: como mandato expreso, que dictara una Constitución provisional, y como cuestión más difusa, que declarara la independencia de España de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Pero hizo mucho, y bien, como se verá.

Hace doscientos años esta asamblea anticipó los rasgos morales de la nacionalidad consagrada en 1816 en Tucumán y estableció preceptos que arraigarían en la organización jurídica definitiva del país con la Constitución de 1853/60. Ahí está lo sustancial de los trabajos que el cuerpo realizó bajo presidencias sucesivas, desde la primera, la de Carlos María de Alvear, personalidad aristocrática y ambiciosa, y fama de engreído. ¿Pero cuánto más podía esperarse de alguien que había llegado a posiciones de indiscutible poder con entorchados militares y apenas 23 años? Demasiado joven, si se lo parangona, que también serían de poca edad, con los 37 años de Avellaneda y de Roca o con los 41 de Mitre, cuando asumieron la presidencia de la Nación.

Por iniciativa de Alvear, uno de los primeros pronunciamientos de la asamblea fue disponer, a partir del 31 de enero de 1813, la libertad de vientres y que los hijos de esclavos nacidos desde esa fecha fueran tenidos por libres. Se procuró ir más lejos, con la declaración de que desde el 4 de febrero serían libres por igual los esclavos que se introdujeran en las Provincias Unidas del Río de la Plata, pero la delicada situación con Portugal obligó en este punto a retroceder.

El 21 de mayo, la asamblea prohibió el "detestable uso de los tormentos para el esclarecimiento de la verdad e investigación de los crímenes" y ordenó que se inutilizaran en la plaza pública los instrumentos del rigor. Comisionó para ese menester al verdugo, oficiante al que contemplaba el presupuesto estatal. Con igual espíritu, prescribió el cese de los castigos corporales -entre cinco y treinta golpes "en las partes blandas"- que se propinaban en las escuelas a quienes resquebrajaran el orden.

La asamblea abolió el mayorazgo, por el que se mantenía la unidad de los bienes de familia generalmente en cabeza del hijo mayor. También suprimió la mita y los yaconazgos, sobre trabajo gratuito de indios en minas, en el primer caso, y en campos de laboreo agrícola, en los segundos, como los servicios personales, que obligaban a los aborígenes a realizar tareas en casas, y las encomiendas, que les hacían pagar tributos.

El principio de igualdad, tan asociado a las influencias de la Revolución Francesa de 1789, se ratificó con la prohibición de exhibir signos o distintivos de nobleza en la fachada de los edificios y la orden de dar por extinguidos "todos los títulos de condes, marqueses y barones". Como...

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