Un mecánico en pista

Perdida en la densa niebla de Puerto Madero, esta semana la estatua de Juan Manuel Fangio cobró otra dimensión, fantasmal y nostálgica. Los lectores "up 60″ me entenderán porque tienen en la memoria la gloria deportiva del as del volante argentino. A los menores que no sepan de qué escribo, con todo respeto y gran cariño, les sugiero una vuelta por Google. De Fangio hay mucho por aprender aún. Es que al gran deportista no hacía falta que le dijeran lo que sucedía con su automóvil en las pistas.

Dueño y señor del volante, cuando se bajaba después de una prueba, como también sucedía con Carlos "Lole" Reutemann , era él quien enumeraba a los mecánicos de su equipo de Fórmula 1 lo que había funcionado mal: qué válvula revisar, por qué los frenos no habían dado todo de sí en la curva de Ascari, por qué las libras de los neumáticos no eran las ideales para la pista tan resbaladiza y así siguiendo. El resultado de ese profundo conocimiento mecánico, más la pericia en la conducción, lo llevaron a abrazar cinco copas mundiales (1951, 1954, 1955, 1956 y 1957). Tuvieron que pasar 46 años para que otro corredor alcanzara esa gloria. Recién en 2003 Michael Schumacher lo desplazó de ese logro colosal.

¿Adónde vamos con este recuerdo de Fangio? No al festejo reciente por los 100 años de YPF , en el que Cristina Kirchner le dijo al presidente Alberto Fernández que usara la lapicera, pero solo le ofreció una birome...

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