Matices y colores, en riesgo por la polarización

. y se han propuesto superar ese desafío. Pero no son los únicos que sufren la amenaza de un contraste que borra cualquier tonalidad diferencial. También aparecen otras víctimas. Son los que, habiendo cedido al magnetismo de uno u otro extremo, no se resignan a fundirse en el bloque al que ingresaron. Sueñan con preservar algo parecido a un perfil propio y, en ese intento, introducen disonancias en las campañas del kirchnerismo y de Cambiemos. Sergio Massa y Martín Lousteau acaban de plantear ese problema en cada bando.Quieren salvar algo que para ellos es casi tan valioso como su propia imagen. Quieren que su electorado no se licue, como un afluente más, en el caudal de las dos grandes corrientes.Que Massa y Lousteau compartan esa pretensión es comprensible. Ambos se alinearon con las facciones dominantes después de haber fantaseado con una tercera posición. Massa formó parte de Alternativa Federal. Y Lousteau coqueteó con Lavagna y sus aliados, en busca de un vehículo para los que se desencantaron de . Fracasados los dos experimentos, ahora intentan que se les reconozca su diversidad con un grado de relativa autonomía., la nueva marca con la que gira el kirchnerismo. Para comunicar esa novedad eligió un seminario organizado por Clarín. De inmediato aclaró que, en materia de Justicia, está en las antípodas de Eugenio Zaffaroni. Massa y Zaffaroni mantienen una vieja querella que tuvo un round estelar cuando el actual candidato a legislador recomendó que había que "cerrar la etapa de los derechos humanos". El duelo continúa. El exjuez de la Corte es el principal inspirador de los argumentos que y su feligresía esgrimen para enfrentar procesos por corrupción. Y Massa es uno de los políticos más cercanos a Claudio Bonadio, el verdugo al que acusa Zaffaroni.Massa está tomando al pie de la letra lo que le prometieron dos domingos atrás en un diálogo televisivo: que respetarían su identidad. Esa garantía se la ofreció alguien tan celoso con las identidades como Alberto Fernández, que en los últimos años trabajó para la señora de Kirchner, para Massa, para Giustozzi, para Randazzo y, de regreso, para la señora de Kirchner. El lugar y el motivo que eligió Massa para hacer uso de ese crédito no habrán alegrado a su antigua y nueva jefa. Es lo de menos. Lo relevante es que, al tomar distancia de Zaffaroni, Massa abrió un interrogante sobre una materia que deriva de la judicial y es decisiva para el electorado bonaerense: la seguridad. Habrá que ver...

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