En materia televisiva, los Globo de Oro hicieron culto a la imprevisibilidad

Los Premios Globo de Oro no admiten pronósticos. Los galardones que otorga hace 76 años la Asociación de Prensa Extranjera de Hollywood nunca se rigieron por la lógica de los reconocimientos que otorgan los sindicatos de la industria del cine y la TV ni por la opinión de los críticos especializados.Lo cierto es que ese fue siempre su atractivo: un calculado caos atento a la taquilla y a conseguir que la mayor cantidad de estrellas se siente en el salón de baile del Hotel Beverly Hilton, en el corazón de Beverly Hills.Dicho y repetido en numerosas ocasiones, el hecho de que los 88 votantes de los Globo de Oro no son representativos -del modo en que sí lo son los más de 6000 integrantes de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas o los miles de miembros de la Academia Televisiva que otorga el Emmy- suele ignorarse a la hora de ver desfilar por la alfombra roja a los favoritos del público. Tan entusiasmados de estar ahí que su exuberancia puede llegar a marear hasta al experto más avezado en temporada de premios. Temporada que comienza oficialmente con los Globo de Oro, un lugar de privilegio en el calendario de galardones hollywoodenses que muchos confunden con legitimidad.Ni antesala de los Oscar ni nada que se le parezca, los Globo de Oro siempre se destacaron por ser una fiesta divertida poblada de estrellas de la pantalla grande y de la chica compartiendo un mismo espacio, aun en aquellos tiempos en los que la división entre uno y otro medio era una grieta que nadie estaba interesado en achicar.La morosa ceremonia de anoche, organizada bajo dos premisas claras (no ofender a nadie y destacar una integración y diversidad que tuvo más de promesa y pensamiento mágico que de realidad), no le hizo justicia a una fiesta que en el pasado siempre se las había arreglado para caminar al borde de la tan mentada corrección política y salir airosa riéndose de sí misma.Andy Samberg y Sandra Oh, talentosos intérpretes, tuvieron que lidiar con un guion de vuelo rasante que dejó poco lugar para la espontaneidad que sí tuvo Oh al ganar el premio a mejor actriz de drama por su papel en la brillante Killing Eve, que después de casi un año de demora se estrenará aquí en febrero, por Paramount Channel.Emocionada por su triunfo, la canadiense se lo dedicó a sus padres, a los que saludó en coreano. El momento, además de emotivo, transmitió un genuino mensaje de integración y diversidad que el resto de la ceremonia intentó emular y nunca lo consiguió. Como...

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