Matar al padre. El trágico plan final de los hermanos Da Bouza

Era narcisista y muy inteligente; también lo definían como sádico y golpeador. Hace ya más de 20 años, tres disparos y gritos destrozaron la calma de la noche en el edificio de Chacabuco 584, en San Telmo. Sobre el piso del living y en medio de un charco de sangre terminó -con dos balas en su cabeza- ese que había sido un gerente exitoso, pero que ahora era un hombre gordo de cejas caídas, ojeras y cuello grueso: Así terminó Ramón Da Bouza, economista, exfuncionario de Hacienda durante el gobierno de Raúl Alfonsín y calificado ejecutivo de la empresa constructora Techint.Con frialdad, en el 5° O de aquel edificio, sus propios hijos le arrebataron la vida; hacía media hora que había empezado el 25 de marzo de 1998. Hasta un rato antes habían compartido la cena, con dos cervezas y una botella de vino blanco. Quisieron hacerlo pasar como un homicidio en ocasión de robo con una burda puesta en escena. Pero se descubrió muy rápido que había sido un parricidio.Dos años después, el 22 de diciembre de 2000, el Tribunal Oral en lo Criminal N° 20 halló a Santiago y Emanuel Da Bouza -de 25 y 28 años, respectivamente- culpables de homicidio agravado por el vínculo y les aplicó una pena de prisión perpetua que deberían cumplir en la cárcel de Devoto.La Corte Suprema de Justicia ratificó estas condenas en 2002 y, según pudo confirmar LA NACION, ambos salieron del penal en noviembre de 2014. No obstante, cuando todavía estaban presos y les faltaba poco tiempo para acceder al beneficio de la libertad condicional, Santiago Da Bouza pudo recorrer distintos estudios de televisión, dando entrevistas. Para ese tiempo ya se había licenciado como contador público en el Centro Universitario Devoto (CUD), del que se había convertido en presidente.Su cara, el pelo largo atado en una cola de caballo y la seguridad que transmitían sus palabras revelaban la presencia de alguien bien distinto de aquel joven que detenido como coautor de un crimen cuyos detalles y motivaciones, tantos años después, prefería educadamente eludir. Era, pues, un hombre muy diferente de aquel joven de clase alta que trabajaba para el Indec y vivía solo en un departamento de Recoleta desde los 19 años. De ese joven que, a los 23, presionó el gatillo de la pistola calibre 22 que había comprado dos semanas antes de matar a su padre.En uno de esos reportajes previos a la libertad condicional, en un programa vespertino de Canal 13, Santiago recordó que el día de su ingreso a Devoto, en el Pabellón...

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