Martin, el hombre justo en el momento preciso

Empecé a escuchar a los Beatles a los 8 o 9 años, en un viejo Winco blanco que me regalaron mis padres. Salvo uno de María Elena Walsh, mis primeros seis o siete discos fueron todos de ellos, porque después de escuchar Help, LP que inauguró mi discoteca y aún conservo un poco ajado, ya no pude parar. Mi tío materno, que amaba el jazz y en especial al pianista Teddy Wilson, me regaló por entonces, en una inspirada seguidilla, A Hard Day's Night, For Sale, Rubber Soul y Sargent Pepper's. La púa del Winco los gastaba a todos en forma pareja.

Al principio, fueron ellos cuatro y su música. Sólo con el tiempo empecé a distinguir, detrás de la banda, a otros personajes que de algún modo también fueron parte de uno de los fenómenos musicales más maravillosos del siglo XX. Primero, a Brian Epstein, el hombre que los descubrió y los llevó a la gloria, de vida trágica y corta. Después, o acaso detrás, se recortó para mí el perfil de un hombre flemático que, en su seriedad y concentración, parecía la contracara del desparpajo de los cuatro jóvenes de Liverpool. Pero no fue una foto lo que me hizo reparar en él. Curiosamente, la figura de George Martin se me impuso cuando un gran amigo -que ya por entonces, en nuestra adolescencia, era experto en los Beatles- me comentó mientras sonaba el segmento instrumental de "In My Life": "Ese solo de piano lo toca George Martin".

Fue entonces cuando integré a ese caballero inglés rubio y atildado a la música del cuarteto. Pronto supe que la mano de Martin había estado presente desde los primeros discos, incluso en la forma que adoptó "Please Please Me", el primer tema que, en enero de 1963, llevó a los Fab Four al tope de los charts.

Esa mano estaba en los arreglos de casi todas las canciones, pero sólo afloraba a la superficie en algunos pasajes de ciertos temas, como en el solo de trompeta de "Penny Lane", el arreglo para cuerdas de "Yesterday" o la densa orquestación de "A Day in the Life". Martin era un hombre de lápiz y partitura, con un oído y una cabeza capaz de dar a cada botón de la consola el nivel justo, pero a mí me gustaba imaginarlo mientras hacía ese solo de piano con resonancias bachianas en "In My Life", dándose el gusto de tocar con John, Paul, George y Ringo. Ahí sí era el quinto Beatle, como algunos lo llamaron.

Desde el principio, yo lo tuve como un complemento perfecto de la banda. Si los Beatles parecían provocativos y anárquicos, Martín era una suerte de tío mayor que ayudaba a encauzar...

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