Martín Caparrós sumó otro premio de periodismo: el María Moors Cabot

MADRID.- El sol cae a plomo en la tarde de Madrid. Ajeno al desgaste del sopor, el periodista y escritor Martín Caparrós hace y deshace valijas mientras celebra, sin estridencias, haber ganado uno de los principales premios del periodismo latinoamericano.

Se trata del María Moors Cabot, que reconoce la excelencia en el ejercicio de la profesión. En su caso, no sólo por el prolífico escritor, intelectual y reportero en que se ha convertido a lo largo de cuatro décadas de profesión. "Caparrós es una de las principales voces del periodismo narrativo" en la región, sostuvo el jurado. Lejos de lo habitual, ponderó así el oficio que no vacila en apelar a recursos más propios de la ficción para relatar del modo más atractivo posible la más rigurosa investigación.

Para este ensayista nacido en Buenos Aires hace sesenta años es un motivo adicional de satisfacción. "Me enorgullece haber convencido a muchos editores de que valía la pena publicar textos largos, en formatos de hasta 10.000 palabras, para historias que consideraba valiosas", dice.

Desde su perspectiva, el oficio no es sólo buscar, comprender e investigar. Tanto como todo eso le apasiona el momento de preguntarse "y ahora... ¿cómo hago para contar todo esto de modo que sea más atractivo?"

A la hora de trabajar, su principal miedo es aburrirse. "Si eso ocurre, estás perdido. Creo que lo peor que puede pasarte como periodista es hacer y decir siempre lo mismo. Por eso me gusta cambiar e innovar todo lo que puedo dentro de lo que hago". Es esa necesidad de que cambiar y de volver a sorprenderse la que lo lleva a moverse de un lado a otro. Acaba de regresar de Colombia, donde permaneció una semana en un campamento guerrillero de las FARC. "Quería hacer un poco de trabajo de campo con algo que no conocía."

En la escala hacia Madrid, su hogar, pasó otra semana en Senegal, tomando notas sobre las posibilidades del fútbol como herramienta para promover el futuro de menores que hoy, presos de la más pobre de las pobrezas, dudan de que exista el horizonte.

Enganchado en su curiosidad, cuenta a LA NACION cómo le fascina y lo renueva cada nueva zambullida en lo que no conoce. Un baile que empieza con el ingreso "sin prejuicio" -subraya- en aquello que ignora y que sigue con el lento proceso de traducción y comprensión. La esencia del oficio.

"Me parece que ese desafío a la hora de contar es lo que me sigue gustando de todo esto. Toparme con cosas que no sabía y tener que encontrar la forma de...

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