En Las Mariposas, las mujeres se unen contra el maltrato y para defender sus derechos

Sandra era una mujer cautiva: su pareja la encerraba en la casa para que no pudiera contarle a nadie de los golpes que soportaban ella y sus siete hijos. El único argumento que logró conmover al violento fue que los chicos no tenían para comer. Entonces, Sandra pudo, al fin, volver a caminar por las calles de Villa París, en Glew, y así llegó hasta la sede de Las Mariposas.

A Sandra la convencieron de que tenía derecho a dejar de ser una víctima. La acompañaron a radicar la denuncia y a buscar un refugio. Después, la escoltaron durante el regreso a casa, cuando la Justicia le dictó a su pareja la exclusión del hogar, una medida precautoria que se aplica en situaciones de extrema gravedad. Hoy, Sandra continúa con su proceso de empoderamiento porque sabe que cuenta con aliadas: mujeres que viven en ese mismo barrio del partido de Almirante Brown y que tienen las mismas penas que ella.

Las Mariposas de Villa París es una organización comunitaria con perspectiva de género que busca gestar la autonomía de las mujeres de una manera horizontal, desterrando cualquier práctica del patriarcado y sin dependencia de ninguna estructura política-partidaria o estatal.

La geografía -Villa París es un asentamiento que surgió hace 12 años en un contexto de toma de tierras fiscales- complica todo, porque se trabaja con mujeres en situación de exclusión social. "Muchas son inmigrantes o intentan escapar de la trata de personas y de la prostitución. Cuando se opera con mujeres de bajos recursos y en lugares donde la ley no llega la tarea es difícil, repleta de avances y de retrocesos. Sin embargo, cuando empezamos con esta tarea éramos sólo cuatro o cinco compañeras y ahora somos alrededor de cuarenta", cuenta Marta Alegre, una de las fundadoras de la organización.

Las primeras reuniones, recuerda Marta, fueron a principios de 2010, cuando todavía no tenían una sede. En esos tiempos alguna vecina prestaba su patio o sacaba las sillas a la vereda. La idea inicial era fomentar la cultura en el barrio, armar talleres de murga y de teatro, pero muy pronto asomaron necesidades más urgentes.

"Compartiendo nuestras experiencias nos dimos cuenta de que habíamos naturalizado la violencia y el maltrato. Así tomamos conciencia de que los derechos de las mujeres no se cumplían y que debíamos ser nosotras las gestoras de que se empezaran a cumplir. Fue como un despertar", sostuvo Alegre.

El nacimiento

Lo que siguió fue la organización: bingos, ferias americanas y venta de...

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