María Ester Sánchez: 'El cáncer me enseñó a quererme'

Ya decía el proverbio que siete veces cae el justo y vuelve a levantarse. Algo de eso hay en la vida de la locutora y maestra de locutores María Ester Sánchez. Hay tropiezos. Dolores insondables de esos que dejan cicatrices profundas, pero también resurrecciones y mucha fe. La sostuvo la confianza en Dios... Y en ella misma. La certeza en la vida, a pesar de todo. "Siempre apuesto al amor, al positivismo, encontrando lo bueno de los otros y de las situaciones que nos rodean. Por eso me interesa buscar las buenas noticias de cada día, para rescatar lo que vale la pena. El mundo vive violento, pero yo busco la paz. Me interesaría hacer un programa de radio con ese foco".-A propósito, ¿por qué no estás al aire con un ciclo propio o conformando algún equipo como tantas veces te sucedió?-Porque no me contratan.¿Para qué andar con vueltas? Blanco sobre negro. Así son sus respuestas. Inequívocas. María Ester Sánchez es una voz y un rostro fácilmente identificables. Es de esas figuras arraigadas luego de tantos años de trabajo; de trajinar estudios de radio y televisión; de estar aportando su talento codo a codo con celebridades de la talla de para que lo acompañe en varias de sus producciones. Campechana, así es esta mujer de pueblo, de sonrisa fácil, melena rojiza y una voz que, con solo escucharla, hace imaginar al interlocutor que está ante una transmisión de radio. Basta con cerrar los ojos y oírla.Hoy es la voz de decenas de anuncios de Radio del Plata, la emisora en la que trabaja part time "despuntando el vicio" y es una de las docentes del ISER (Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica) y de la Universidad de La Matanza, instituciones donde dicta Práctica de Radio a los alumnos a punto de recibirse. La comunicación una y mil veces; en la radio, en la televisión y en los claustros donde enseña. Siempre la voz. "Trabajé en radio y en televisión y cumplí con distintos roles, pero hoy me tiene atrapada la docencia, me llena de placer transmitir mi impronta", dice a LA NACION en la mesa de un bar de Chacarita, a pocas cuadras de su casa, ese refugio de terraza infinita que se abre al cielo y le permite respirar aires diferentes a los que respiró en Barrio Norte, donde vivió décadas. Hoy, una calle escondida en los recónditos de la ciudad le permite emular el pausado ritmo de su Chacabuco natal. Allí, prepara sus clases y ensaya su espectáculo de canto, su otra pasión. Y sí, otra vez la voz en acción.-¿Qué tipo de entrega te otorga la docencia?-No...

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