Una marchita inútil, un golpe conjurado

Qué semana gloriosa: pudimos conjurar un nuevo golpe de Estado y con un gran acto celebramos que en Atucha II no pasó nada. Literalmente no pasó nada, pero inaugurarla por tercera vez, como se pensó en un momento, nos pareció demasiado. Y lo del golpe fue impresionante. Armados con paraguas, los sediciosos se reunieron y avanzaron por Avenida de Mayo hacia la Casa Rosada, pero conflictos internos y el descenso de la temperatura los hizo desistir del asalto final. Volvió a triunfar la democracia. De todos modos, no podemos cantar victoria. Para los próximos meses se prevén conjuras de plomeros (marzo), médicos (abril), geólogos (mayo) y catequistas (julio). En junio todavía no se anotó nadie.

Los contrastes de ese miércoles no pudieron ser más grandes. En Atucha éramos unos 3000, y en el 18-F, 400.000, pero mientras a la mañana reinaba la alegría, lo de la noche terminó siendo de una tristeza infumable. En Atucha habló . En el 18-F, nadie. agarró el micrófono sólo para pedir un minuto de silencio por . La gente lloraba. Cristina agarró el micrófono y clavó 50 minutos de cadena. La gente aplaudía. En Atucha no tuvimos problemas en mostrar los bondis en los que llevamos a la militancia, mientras que los fiscales los hicieron esconder. Y sí, saben qué: repartimos choripanes. Ellos a la noche a esa pobre gente no le tiraron un hueso. ¿Más contrastes? Los fiscales hicieron empuñar paraguas. Cristina agarró una sombrilla y se fue a disfrutar del sol en Chapadmalal. Su homenaje a fue marchar por la playa.

Previendo que los medios concentrados iban a desinformar sobre el 18-F, decidí infiltrarme. Estar en las entrañas de un golpe resulta aterrador, pero permite conocer al enemigo. Apenas llegué al Congreso me topé con una señora de 70 años, empapada y con su nieto de la mano. Le pregunté por qué estaba ahí. Su respuesta me puso frente a una proclama destituyente que iba a escuchar muchas veces esa noche: "Vine a rendir un homenaje a Nisman. Quiero que se haga justicia". Sentí pena por ese nietito, contaminado de odio y arrastrado a atentar contra las instituciones de la República.

Hay que decir que los fiscales algunas cosas las organizaron bien. Llevaron familias enteras, lo cual es muy marketinero y permite dividir las tareas en el campo de batalla: los padres van al frente, los abuelos aportan su conocimiento del terreno y los hijos cargan con ímpetu juvenil desde la retaguardia. Además reclutaron gente de distinto origen social y geográfico...

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