Los mapas, territorios privilegiados de la ficción

Mucho antes de que las velas restallaran contra el viento y el ancla surgiera desde las aguas, las primeras travesías tenía su suerte atada a la falibilidad atroz que se escondía detrás de aquello a lo que más se aferraban: un mapa. No era, como acaso creían, que sus destinos dependían de las órdenes del capitán. La tripulación obedecía a los designios de un dibujo –una invención–, concebido para que el deseo plasmado en esa representación se volviera realidad.

Ocurrió quinientos años atrás con Americo Vespucio, cuando salió en busca de esa porción de tierra que hoy llamamos América y que, al avistarla, Cristóbal Colón creyó que era Asia. Y le sucedió a Conrad, el líder de los piratas del Mediterráneo creado por lord Byron. También a Sandokán, el personaje de Emilio Salgari, toda vez que se lanzaba con su tripulación de malayos y dayakos a vengar en aguas de Borneo y Malasia el despojo de su reino por los británicos. Ni el intuitivo capitán Smolett, de Robert Louis Stevenson, imaginó que debía sospechar del mapa tanto como de los navíos que avistaba en su ruta. "Ignoro quién es el encargado de custodiar tal mapa; pero de ello hago mi más esencial condición: debe guardarlo en secreto", dijo a su tripulación antes de zarpar hacia la isla del tesoro.

Hoy, cinco siglos después de la creación del primer planisferio que contiene a América, del cartógrafo alemán Martin Waldseemüller, en 1507, los mapas siguen pareciendo ilusiones de la realidad, aunque más detalladas gracias a la tecnología.

Los primeros fueron una invención, un deseo de concebir un Nuevo Mundo. Como señala Carlos Fuentes en su ensayo La gran novela latinoamericana, América fue descubierta porque "antes fue necesitada y deseada, y por ello inventada". Allí refiere la correspondencia y las crónicas de Indias, con todo el "bestiario" visto. El propio Colón, en 1493, vio sirenas "que salieron bien alto de la mar", aunque "no eran tan hermosas como las pintan, que en alguna manera tenían forma de hombre en la cara".

Se trataba de mapas cercanos a la ficción, pero menos ricos que los que tejen las novelas; describían en superficies planas tanto montañas como corrientes marinas.

Los de ahora, gracias a la tecnología Street View, abundan en detalles y descripciones. Parece casi imposible que algo carezca de mapa. La cartografía actual es esencialmente temática. Y ello no sólo gracias a las nuevas tecnologías, sino a lo que éstas desataron: el fenómeno de datos abiertos, con libre acceso...

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