Manuscrito: Barnes se queda en casa

Un detalle del Gabinete Real Portugués de Literatura en Río de Janeiro, considerada una de las más bellas bibliotecas del mundo

El lugar común indica que mudarse, junto con la pérdida de un ser querido y una separación, constituye la Santísima Trinidad del estrés contemporáneo. De los tres cambios, claramente me quedo con las mudanzas, que en todo caso siempre traen implícito el comienzo de una nueva vida, en lugar del final de la que llevábamos. Las mudanzas son, mayormente, nuestra culpa. Y acaso porque tengo mucha práctica en las mudanzas y pocas cosas gracias a un divorcio previo, no parece el fin del mundo "levantar" una casa y llevarla a otra parte (como el proverbial hatillo de pañuelo rojo a lunares al final de un palito de los dibujos animados). Las otras dos cosas, bueno, son un poco más difíciles de gestionar.

La excepción -siempre hay una excepción- son los libros. En los últimos cuatro años, descubro a la hora de armar cajas y cajas de libros, decidida a que la compañía mudadora no arruine el método científico de guardado que me permitirá organizar las bibliotecas en pocos minutos en mi nueva casa (¡já!), he acumulado una cantidad exorbitante de títulos que no leí ni voy a leer jamás. Decidida a no llegar al nuevo domicilio con el ciento por ciento de ocupación en las bibliotecas -sabiendo que me estoy "achicando" y que el pronóstico de incorporar más estantes es de dudoso a improbable-, es momento de pensar en qué haría Marie Kondo si tuviese algún aprecio por la literatura. Esos libros son los que inauguran la pila "de regalar". Fácil, ¿no?Envalentonada por el resultado, decido avanzar hacia un terreno más peligroso: los libros que sé que no volveré a leer jamás.

Julian Barnes

Es una pila heterogénea, por cierto, que incluye, entre otros, los siguientes ítems. a) áreas de la educación literaria que, aunque ¿necesarias?, are not my cup of tea (quisiera ahorrarme los nombres, por eso no diré que incluyen a Saul Bellow, John Cheever, John Updike y Thomas Pynchon); b) inconfesables fuentes de investigación de proyectos de escritura truncos o peor, horriblemente concluidos (no quieren saber, desde manuales de lectura del tarot hasta Paulo Freire) y c)...

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