Manda la identidad, pero también la necesidad

PUERTO ARGENTINO.- Neville Hayward, gerente de supermercado, viste un traje hecho con la bandera británica. También la mujer que lo acompaña. En el frío de la mañana, saltando y riéndose, esperan su turno para votar. Es domingo. El referéndum ha comenzado.En vez de encarar directamente hacia el Town Hall, donde está la urna, voy a la catedral anglicana. En la puerta, el reverendo Richard Hines estrecha la mano de quienes van entrando. Me dice: "Quizás hoy seamos pocos". Luego, en castellano, porque fue misionero en el Chaco, me da nuevamente la bienvenida.Me siento bajo la alta nave de madera oscura, una invertida quilla de barco, y espero el sermón. Seguramente, el reverendo Hines sospecha que he venido a su iglesia por esa causa. Pregunta: "¿Qué día es hoy? Un día muy importante porque es el comienzo de nuestro referéndum". Ésa fue su única mención. Afuera, en cambio, todos los que andan por la calle giran alrededor del referéndum.Un inmigrante de Santa Helena acompaña a su mujer isleña a votar. Harán una cola que da vuelta la esquina: gente que se conoce y responde a la prensa como si supiera qué quieren escuchar los periodistas. Informan cuándo llegaron a las islas o a qué generación de isleños pertenecen. Una mujer de Gales se define "isleña británica"; otra, "isleña que vino de Escocia". A algunos es innecesario preguntarles: la remera blanca tiene un mapa de América latina donde la superficie de la Argentina está ocupada por el Atlántico (país hundido en el mar), con la leyenda "Británico hasta la médula". Equivalente del cartel "Falk U Argentina" que, debidamente ilustrado, adorna algunos autos.Un hombre de cincuenta años me explica la política argentina: "Si la Presidenta se ocupara de la inflación y de los verdaderos problemas, no nos estaría molestando a nosotros". También tiene su opinión sobre Timerman: "Leí el libro de su padre, fue un preso de los militares y un gran periodista. Su corazón debe estar retorciéndose en la tumba. Además, ¿qué le parece a usted que un judío use la expresión «solución final»?". Yo callo y el hombre, como si hubiera pensado que fue demasiado cortante, abre la bandeja que estuvo sosteniendo todo este rato, y me dice: "En señal de amistad, quiero convidarle un arrollado de salchicha; hace demasiado frío para usted". Después, recupera el aire severo: "Hable con aquel de barba gris y camisa celeste".Obedezco. Apunto a mi anterior interlocutor y le digo al de barba: "Aquel hombre me aconsejó que hablara con usted". Me...

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