La maldición del Herald

En tres épocas distintas de mi vida reparé en el diario Buenos Aires Herald: en mi infancia, cuando mi padre lo compraba para ejercitar su inglés; en mi primera juventud, cuando era el único diario que se atrevía a denunciar sin anestesia las violaciones de los derechos humanos de la dictadura militar, y últimamente cuando la Presidenta empezó a recomendar algunas de sus notas. Raro: Cristina Kirchner no habla inglés, aunque tal vez lo lea (o se lo lean).

En estos días volvió a llamarme la atención cuando trascendió que uno de sus periodistas, Damián Pachter, había resuelto exiliarse en Israel por miedo a que lo matasen tras haber sido el primero que informó lo que había pasado con el fiscal Alberto Nisman. Pachter vivió un tercio de su vida en Israel y revistó en su ejército tres años.

Su abrupta salida fue inesperada para el mismo diario en el que trabajaba. Pachter eligió darle la primicia de su propia huida a otro medio. Que tanto en su bombazo informativo como en su extraña retirada, el periodista haya decidido cortarse solo produjo malestares internos y cuestionamientos externos que el Herald trata de aliviar con sucesivas notas autorreferenciales y aclaratorias.

El periódico, fundado en 1876 por el escocés William Cathcart, es referente de la comunidad anglosajona radicada en la Argentina. Tuvo otros dos dueños extranjeros a lo largo del siglo XX, pero a partir de 2007 un nuevo pase de manos le imprimió una inesperada y muy particular impronta localista: primero lo tuvo Sergio Szpolski y desde un año más tarde, y hasta la actualidad, lo maneja el Grupo Vignatti. Los dos últimos accionistas son afines al Gobierno y la generosa pauta de publicidad oficial que le toca así parece reconocerlo.

Cuenta con una redacción pequeña: veinte personas (un tercio son extranjeros) y quince colaboradores. Su director, Sebastián Lacunza, se sensibiliza cuando, a pesar de las severas críticas de James Neilson y de otros columnistas, haya quienes insistan en considerar al actual Herald como un curioso exponente en inglés de kirchnerismo de baja intensidad. Casualmente, Lacunza guarda su auto en el diario junto al que dejó abandonado Pachter en su precipitado éxodo.

En medio del cataclismo Nisman, la partida de Pachter podría resultar un hecho secundario. Sin embargo es bien significativa porque se trata del primer periodista que se va del país en democracia atemorizado por las consecuencias que su último hallazgo informativo podría acarrearle aquí a su...

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