Magdalena, una marca registrada

Su nombre es sinónimo de periodismo, prestigio y profesionalismo. Transitó la gráfica, la TV y la radio (lleva 40 años frente al micrófono). Con su estilo riguroso y coloquial, se fue ganado un lugar privilegiado en los medios. Recibió varios premios Martín Fierro y otras distinciones en el ámbito internacional. Hoy Magdalena tempranísimo (de lunes a viernes, de 6 a 9, por Continental) es una auténtica marca de radio. Con la calidez y sencillez que la caracteriza, compartió con La Nacion, gran parte de su vida en los medios.-La tuya es una carrera no sólo prolífica, sino también multifacética...-La verdad que sí. Mi vocación surgió desde muy chica, cuando mis hermanos mayores trajeron un número de la revista Paris Match y quedé absolutamente fascinada. Tenía quince años. Vi esas dobles páginas con esas fotos fantásticas y esos epígrafes que resumían todo en dos líneas, dije: "Yo quiero hacer eso". Me veía como corresponsal de guerra, con casco y en Africa. Cuando estaba terminando el secundario, la Acción Católica editaba la revista Gente joven , y entonces, yo iba y me ocupaba de atender el teléfono, pasar a máquina lo que otros escribían a mano, ir al banco: un "che pibe", pero ya escribía cuentos.-¿En TV cuándo debutaste?-En el 71, Carlos Ulanovsky me comenta que en Buenas tardes, mucho gusto estaban buscando periodistas y me pidió unas fotos mías para alcanzárselas a Pedro Muchnik. Me asignaron el área periodística con un grupo muy lindo: Cormillot y doña Petrona. Como me había comprado una cámara de 16 mm, lo único que pedí era que cada nota tuviera una parte filmada y que me enseñaran a editar. Cuando me llamaron de Canal 7, me dijeron que eligiera: reportera gráfica o periodista. Elegí el periodismo.-¿Cuándo llegaste a la radio?-Cuando vino el gobierno de Isabel y la Triple A me aplicaron la ley de prescindibilidad. Aún tengo el telegrama de despido porque está firmado por José María Villone, que yo no sabía, pero era el jefe de la Triple A. Pienso que Dios me tuvo de la mano. No podía trabajar en ningún lado, porque todos los medios eran del Estado, salvo Continental, Del Plata y Rivadavia. Tuve que hacer un acta con un escribano del sindicato. Debo reconocer lo bien que se portó Enrique Tortosa, secretario general del sindicato de periodistas. «Compañera -me dijo-, aunque no tiene las mismas ideas que yo, la voy a defender.» Y me defendió tan bien que me mandó al abogado del sindicato y ganamos el juicio. Con esa plata, me compré mi...

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