Las mafias nuestras de cada día

Estaba ante nuestros ojos, a la luz del día, y la vida seguía como si nada. Él hacía lo suyo y todos callaban. Por indiferencia, por miedo, por complicidad. Las alternativas de la detención de Juan Pablo "el Pata" Medina, un reality que se prolongó durante todo el martes, mostró hasta qué punto el comportamiento mafioso y la impunidad se han convertido aquí en parte del paisaje, en una fatalidad con la que, con mayor o menor grado de resignación, convivimos desde hace décadas. ¿Cuántos Medina hay en el país? ¿Cuántos, como él, han usurpado cargos en forma vitalicia para enriquecerse junto a sus familias y amigos gracias al manejo oscuro de cajas pródigas y de extorsiones, coimas y delitos varios? La pregunta no es ociosa, porque la suma de todos los Medina y de todas las agachadas ha consolidado el sistema que convirtió a la Argentina en un país inviable.

La bravuconada del líder sindical de la Uocra platense ante la inminencia de su arresto parece escrita por un guionista de cuño shakespeariano: "Si quieren a «el Pata» preso, vengan. Les vamos a prender fuego a la provincia". El uso de la tercera persona revela su megalomanía. El hombre no cabe en sí mismo y se mira desde arriba, como si fuera una figura para el bronce. Tal vez lo era en su feudo. En el desafío del "vengan" se reflejan los métodos patoteros y violentos con los que estos personajes se han hecho fuertes. Por último, la amenaza de prender fuego a la provincia pone en claro sus prioridades. Primero él y segundo, también. Todo lo que viene después tributa a su grandeza, incluida la provincia. Habría que informarle que ya la incendió a fuego lento, junto a todos los que, como él, les roban a los trabajadores y los pobres que dicen defender.

Fueron tantos los años de abuso e impunidad que los sindicalistas como Medina se creen intocables. Se saben parte de un sistema aceitado en el que también medran y transan funcionarios, políticos, empresarios y jueces. Son el fruto rancio de un corporativismo fraguado al calor del fascismo europeo, que contó en su momento con la bendición de una Iglesia que, preocupada por su rebaño, miró con buenos ojos los caudillismos paternalistas y la idea de una sociedad organizada. Media década más tarde queda a la vista el orden conseguido. Arriba, una casta oligárquica beneficiada por el control de un sistema corrupto. Abajo, los corderos que con su esfuerzo y sus impuestos hacen el gasto para sostener las quintas, las Hilux, los viajes a Miami y las...

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