Maduro, el obediente heredero de la revolución

CARACAS.- No le recomiendo a nadie que sea vicepresidente de la República, no es cosa fácil aguantarme." A Hugo Chávez no le hizo falta deshojar ninguna margarita criolla en La Habana: la decisión ya estaba tomada. El elegido, que ya lo aguanta hace tiempo, es el vicepresidente Nicolás Maduro (50 años).El también canciller vivió anteayer el dedazo de su líder con gesto sombrío, como si sintiera que el peso de la Historia lo aplastaba. Incluso palideció algo más, si cabe, cuando el presidente amagó con entregarle la espada de Bolívar, en un acto que hubiera provocado la hilaridad de medio país. O de casi todo.El antiguo chofer de ómnibus de la red de transporte público de Caracas tuvo tiempo suficiente en los últimos días para repasar su historia común con el comandante rebelde que lo asombró durante el golpe de Estado de 1992. Su líder le ordenó el jueves que viajara de inmediato a La Habana para comunicarle su decisión, irrevocable, largamente reflexionada. Los dos retornaron a Caracas, tal como han hecho varias veces desde la primera crisis de salud en junio de 2011.Una prueba más de su confianza, de las que Maduro vivió varias. Y algunas tan exóticas como la acaecida seis días antes de las elecciones presidenciales de octubre. El líder bolivariano tiene tanta confianza en su mano derecha que le ordenó conducir la carroza-vehículo que los trasladaba por las calles de Barinas. Maduro no frunció el ceño. Incluso para eso sirve también un hombre de confianza.La escena define el grado de connivencia alcanzado por estos dos hombres, primero gracias a las giras antiimperialistas por medio mundo y después durante la enfermedad en La Habana. En aquella época, el canciller ya barruntaba que la designación de Elías Jaua como candidato a la gobernación de Miranda le abría las puertas para convertirse en el número dos del oficialismo. El antiguo sindicalista también contaba con el visto bueno de los hermanos Castro, una ventaja definitiva sobre el otro delfín, Diosdado Cabello.La historia de amor político entre los dos personajes no nace como un romance a primera vista. Maduro no participó en ninguna de las intentonas golpistas ni pertenece al círculo militar que rodea al mandatario. Ambos se conocieron en Yare, el penal donde Chávez cumplía condena. Cilia Flores, la mujer de Maduro, participaba como abogada en la defensa del rebelde.Desde entonces, el sindicalista, que apenas contaba con un título de bachillerato, unió su causa a la bolivariana, convencido de que...

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