Madrid. Fiesta de la Familia en diciembre del 2008

AutorMirador Internacional

En este eón "líquido" (al decir de Bauman) foralecer el peñón familiar es saludable. Este es uno de los ejemplos que nos brinda España.

El frío que asoló ayer Madrid, como a buena parte de España, no impidió en absoluto que decenas de miles de familias, muchas de ellas con niños pequeños en cochecitos y sillas, sin que faltaran los abuelos, acudieran a la magna celebración del Día de la Familia que, en esta ocasión tuvo como centro la solemne Eucaristía presidida por el cardenal arzobispo de Madrid, monseñor Rouco Varela

Dentro de una organización prácticamente perfecta, se calcula en más de un millón de personas las que siguieron con gran devoción el desarrollo de la celebración eucarística. Desde mucho antes del comienzo del acto, la madrileña Plaza de Colón y sus aledaños, empezaron a ocupar la calzada mientras desde el altar levantado en la explanada del Descubrimiento, de cara a la calle Génova, el sacerdote Manuel González iba dando noticia de la llegada de familias procedentes de toda España en más de mil autobuses. Así, cuando el Papa desde su balcón de la Sede Apostólica, empezó a dirigirse a la multitud congregada en la Plaza de San Pedro para el rezo del Ángelus, toda la superficie prevista por la organización de la Fiesta de la Familia estaba ya repleta de fieles. Justo en ese momento se produjo el único imprevisto en el que nadie había pensado: la interrupción de la transmisión, desde el Vaticano, del mensaje que Benedicto XVI dirigió a las familias españolas una vez que había pronunciado en italiano sus primera palabras alusivas a la solemnidad del día festivo. Poco después, antes de iniciar su homilía, el cardenal Rouco Varela, solventó la pequeña frustración del momento al dar lectura a las palabras del Papa que sí se pudieron escuchar en directo por radio y televisión. Incluso después de la Misa, los asistentes tuvieron la ocasión de escuchar de nuevo, ya de viva voz del Papa, estas palabras en diferido y que fueron acogidas con un fuerte aplauso.

El mismo entusiasmo despertó la homilía del cardenal Rouco Varela, interrumpida en varias ocasiones por los aplausos de los fieles, especialmente cuando se refirió al aborto como una de las lacras más execrables de nuestra sociedad y denunció como estremecedor el número de los que son sacrificados. Otro pasaje de la homilía acogido con entusiasmo fue el referido a la función esencial de la familia que no es otro que el de ejercer de cauce para descubrir la vocación de cada...

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